Es curioso como Noah Harari, ese historiador y buen divulgador, no encuentra un jardín en el que no le apetezca meterse, asumiendo los riesgos que ello conlleva. Leo en su best-seller “Sapiens” algunas reflexiones acerca de la felicidad y el significado de la vida que me recuerdan los trabajos de Antonovsky y Viktor Frank, y que me llevan a pensar en la utilidad de las propuestas de estos dos autores para el análisis de estos momentos de interminable confinamiento.
Antonovsky, fue un médico y sociólogo israelí, interesado por la influencia del estrés sobre la salud, que se encontraba realizando un estudio sobre los efectos de la menopausia en un grupo de mujeres, muchas de ellas supervivientes de los campos de concentración nazis. Antonovsky encontró que la mayoría de estas mujeres, que habían sufrido experiencias muy estresantes, mostraba más síntomas de enfermedad y desajuste que las mujeres del grupo control. No obstante, había un pequeño grupo que, a pesar de haber vivido el drama de los campos de concentración, mostraba una buena salud física y mental. Ello le llevó a interesarse por los factores que facilitaron esta adaptación saludable. Antonovsky denominó a estos factores recursos generales de resistencia, que son elementos de tipo biológico, material o psicosocial que ayudan a las personas a afrontar con éxito las circunstancias y estresores de sus vidas. Estos recursos favorecen que el sujeto desarrolle una visión general del mundo en que vive como un contexto compresible, manejable y significativo, algo que denominó Sentido de Coherencia y que encontró asociado a mejores indicadores de salud y bienestar. La comprensibilidad es la capacidad para establecer conexiones lógicas y ordenadas en lo que sucede en el ambiente y en creer que la vida es predecible, lo que permite a las personas desarrollar una actitud flexible y conductas adaptativas ante los cambios en el entorno. La manejabilidad es la sensación de que tenemos las competencias necesarias para afrontar las situaciones y retos vitales que se nos presentan. Por último, la significatividad alude al valor que el sujeto otorga a lo que le pasa, a la experiencia de que la vida vale la pena y tiene un significado o un propósito, a pesar de sus dificultades.
Este último aspecto es muy parecido al sentido de la vida sobre el que Viktor Frankl escribió en “El hombre en busca de sentido”. Frankl fue un psiquiatra austriaco que sobrevivió a los horrores de Auschwitz y Dachau y a la pérdida de todos sus familiares. Esa terrible experiencia le sirvió para entender que hay personas que se mantienen firmes y positivas aún en las situaciones más terribles. Lo que según Frankl caracteriza a estas personas es la capacidad para encontrar en esas situaciones un propósito o un sentido a la vida y al sufrimiento que pueden estar experimentando. Aunque en muchas ocasiones no podremos cambiar las circunstancias que originan ese sufrimiento, sí podemos cambiar nuestra actitud ante esas circunstancias. Cada día nos ofrece la oportunidad de tomar decisiones que determinan si nos dejamos llevar por las circunstancias y el destino o si actuamos con dignidad. Cuando encontramos un propósito o sentido al sufrimiento, no sólo lo soportaremos mejor sino que, además, lo convertiremos en un reto personal.
Parece razonable pensar que estos momentos de pandemia no son los más favorables para que veamos nuestras vidas como compresibles, predecibles y manejables, y que algunas de las certezas que nos guiaron hasta aquí empiecen a tambalearse. La incertidumbre y el miedo ante las consecuencias que esta crisis tendrá en nuestras vidas están empezando a generar un aumento de la sintomatología física y psíquica. Pero quizá sea la pérdida de sentido lo que más puede dañar nuestro ánimo y nuestra salud, no solo como personas sino también como sociedad. Creo que este puede ser un buen momento para reflexionar y encontrar un sentido a la crisis que estamos viviendo y al sufrimiento que aún nos espera. El sentido de que servirá para introducir algunos cambios en nuestras actitudes y comportamientos y que nos ayudará a crecer como personas. Si, como es muy probable, la sociedad fracasa, no es capaz de encontrar sentido a este sufrimiento y vuelve al punto de partida como si nada hubiese sucedido, que al menos cada uno de nosotros sí haya hecho un esfuerzo por encontrarlo.