Este férreo control no ha impedido que el espíritu de las revueltas árabes terminaran prendiendo también en Siria, donde la secta minoritaria alawita, a la que pertenece el clan dominante, genera un fuerte resentimiento entre los musulmanes suníes, grupo mayoritario de la población. Un caldo de cultivo para que los “rebeldes” entablen, siguiendo el patrón de la “primavera árabe”, ofensivas “liberadoras” en las principales poblaciones sirias, dando lugar a una guerra civil que gana en intensidad, extensión y crueldad progresivamente, desde Alepo hasta Damasco. Así es como se suceden los incidentes con los países vecinos, produciéndose ataques y escaramuzas en puestos fronterizos con Irak y Turquía.
Aunque existen precedentes con el derribo de un avión militar turco en junio pasado, Turquía se involucra peligrosamente en el conflicto al responder sin dilación la muerte de cinco civiles en Akcakale, a causa de proyectiles disparados desde Siria, con el bombardeo de objetivos sirios en la región fronteriza. Ya es la segunda vez que Turquía repele lo que considera “provocaciones que atentan contra su seguridad nacional” con una contundencia, hasta el momento, proporcionada. Sin embargo, el aumento de la tensión es creciente en la zona y las consecuencias de estas fricciones, incalculables. Para el viceprimer ministro turco, Bulent Arinc, esas muertes de civiles eran “la gota que colma el vaso”.
Turquía se presta, pues, a ofrecer la excusa que Occidente puede necesitar para que la OTANintervenga en el derrocamiento del régimen autoritario de Assad. Como país miembro de la organización militar, Ankara convocó una reunión urgente de la Alianza, en virtud del Artículo 4 del Tratado, para someter a consultas la amenaza que representa Siria a su seguridad e independencia nacional. El Consejo Atlántico, formado por embajadores de los 28 países miembros, estudia la violación del territorio turco y las posibles acciones defensivas a emprender.
No es excepcional en la historia que se busquen excusas para entrar en conflicto. El hundimiento del Maine, en 1898, constituyó el pretexto propicio para que Estados Unidos declarara la guerra a España y le arrebatara las posesiones de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. De igual modo, el ataque japonés a Pearl Harbor, en 1941, hizo que el país norteamericano participara en la Segunda Guerra Mundial. Y más recientemente, gracias al ridículo pretexto de que estaban “en peligro la vida de ciudadanos norteamericanos”, Ronald Reagan decidía invadir la minúscula isla de Granada, en 1983, para sofocar un peligrosísimo foco de inestabilidad cerca de sus fronteras y amortiguar, así, la influencia cubano-soviética en los movimientos revolucionarios de América Latina. Son, en definitiva, jugadas que la geoestrategia imperial desarrolla en todas cuadrículas del tablero mundial.
El régimen sirio está batiéndose duramente y de momento se resiste al “cambio”. Su suerte, sin embargo, puede estar echada con la excusa que brinda Turquía. Con Naciones Unidas maniatadas por el veto soviético, aliado de Siria, a cualquier iniciativa que suponga algo más efectivo que las visitas de un enviado especial, la alternativa “defensiva” de la OTAN se presenta ya como probable, al exigir el cese la agresión a un país miembro de la Alianza. Habrá que estar atentos a unos acontecimientos que pueden precipitarse en una zona especialmente sensible, donde confluyen tantos intereses que nos afectan a través del Mediterráneo. Rusia, Estados Unidos, Europa y el Islam juegan al ajedrez cada vez más cerca de casa