Nada dice el Congreso de que la España que ellos construyen desde el poder está llena de energúmenos sin inteligencia para gobernar, sin capacidad para el análisis racional, sin liderazgo, sólo preparada para repartirse con euforia el botín del poder: dinero, trabajo seguro y un océano de privilegios donde figuran influencias, subvenciones, contratos, encargos y un largo etcétera corrupto y degradado.
El socialismo español ni siquiera reconoce que apuesta desde las escuelas por un país lleno de imbéciles que sacan conclusiones precipitadas y erróneas porque sólo se informa por lo que recibe de medios masivos corrompidos y sometidos al poder.
El socialismo es una transición a una sociedad cada vez más individualista, inmoral y salvaje. La gente con alma socialista o influida por su ideología toma decisiones en función de intereses personales particulares, entre los que figuran, por desgracia, la corrupción y el deseo de parasitar.
El socialismo real, situado a años luz de distancia del falso que se vende en el Congreso, es un eficiente tapón que impide que las ideas liberales y democráticas se expandan, lo que equivale a taponar la libertad individual, la democracia, los derechos ciudadanos y la prosperidad, que son territorios genuinamente de la libertad y la creatividad.
Por fortuna, el 40 congreso, el de la falsedad y el engaño, se clausura hoy, lo que significa que dejará de derramar su ponzoña irreal a lo largo y ancho de España.
Francisco Rubiales