«Diferenciar el hombre de palabras del de obras. Es única precisión, assí como la del amigo, de la persona, o del empleo, que son mui diferentes. Malo es, no teniendo palabra buena, no tener obra mala; peor, no teniendo palabra mala, no tener obra buena. Ya no se come de palabras, que son viento, ni se vive de cortesías, que es un cortés engaño. Caçar las aves con luz es el verdadero encandilar. Los desvanecidos se pagan del viento; las palabras han de ser prendas de las obras, y assí han de tener el valor. Los árboles que no dan fruto, sino ojas, no suelen tener coraçón. Conviene conocerlos, unos para provecho, otros para sombra.»
Oráculo manual y arte de prudencia. Baltasar Gracián. Huesca, 1647
Imagen: Le banquet. René Magritte, 1957