LA ENFERMEDAD VIENE A CABALLO PERO SE VA A PIE Proverbio holandés
Nuestros hábitos alimenticios dicen mucho de lo que somos y de nuestro poder adquisitivo. Hay quien comenta que somos lo que comemos y que los alimentos son los mejores medicamentos que existen, en un intento de asociar la salud a los alimentos que ingerimos. Mientras una quinta parte de la población mundial no puede consumir las proteínas necesarias para vivir, los países más ricos las comen en exceso y a unos precios desorbitados.
Tanto en Europa como en los EEUU hay una adicción a la carne muy por encima de lo razonable, establecido en 50 gramos por persona al día. Los países ricos olvidan que la cría de ganado exige grandes cantidades de tierra y de forraje que ocasionan el 20 % de las emisiones de gases de efecto invernadero. Mientras que la nueva clase media de Brasil y de China se suma a la costumbre de los ricos de consumir proteínas de origen animal, los más de 1000 millones de habitantes de la India apenas varían sus hábitos, demostrando que es posible ir saliendo de la pobreza sin ser necesariamente adictos a la carne.
Sin contar los casquetes polares, 2/5 partes de los terrenos del planeta se utilizan para producir alimentos. Los costes de producción de proteínas se van elevando a medida que recurrimos a las de origen animal. Sirva como ejemplo que los costos para producir un kilo de judías es de 1 dólar, de 2 dólares para la soja y el arroz blanco, de 3 dólares para el pollo, de 4 dólares para el pescado, de 5 dólares par el vacuno, 41 dólares los insectos y de 300 dólares de la cerne cultivada, que muchos ofrecen como alternativa.
Es cierto que el consumo de carne es algo cultural y arraigado en muchas sociedades, pero también tiene que formar parte de los hábitos de estas mismas poblaciones el consumo responsable, máxime cuando se pueden ingerir proteínas más saludables y mucho más baratas.
Fuente: http://www.technologyreview.es