Los costes es una de las variables a gestionar que mayor importancia acaparan dentro de una organización, y de su gestión dependen variables como los precios que repercutiremos a nuestros clientes, siendo en muchos casos la razón de por qué somos menos competitivos que nuestros competidores, al poseer una estructura de costes superior a la de las empresas del sector, y por extensión los resultados.
En la empresa existen multitud de gastos que si no son superfluos son prescindibles, o al menos, se pueden reducir en una parte importante. Pero unas veces por dejadez y otras por ‘ignorar los incentivos para sí hacerlo’ no las revisamos, condicionado muchísimo la rentabilidad de nuestro negocio, y no solo eso, sino que también su viabilidad a largo plazo.
Llegados a este punto, ¿cuáles suelen ser los costes que se prestan a un mayor control y/o reducción? Estos son:
1. Gastos de representación
Englobando todos aquéllos que tienen que ver con el acercamiento y estrechamiento de la relación con clientes y proveedores, y entre los que se destacan comidas con clientes y coches de empresa. Debiendo reducir lo primero, puesto que muchas son innecesarias, y controlar lo segundo, porque en muchas ocasiones el uso que le dan algunos empleados a los vehículos de la empresa escapa a lo puramente profesional, suponiendo un coste superfluo y totalmente innecesario
2. Gastos de estructura
Dentro de nuestros gastos fijos se esconden multitud de fuentes de ahorro y eficiencia. Pensemos por ejemplo en el local en el que tenemos instalado nuestro negocio, tal vez su tamaño sea excesivo para nuestras necesidades, y nos interese buscar alguno más pequeño para ahorrarnos un buen dinero en el alquiler, o bien utilizar la diferencia para buscar uno más pequeño pero en una mejor ubicación
3. Gastos de funcionamiento
Considerando todos aquéllos que tienen que ver con el funcionamiento del negocio, como por ejemplo: electricidad (iluminación, climatización, funcionamiento de los ordenadores, etcétera), comunicaciones (internet, teléfono, información), etcétera. Implementando políticas de ahorro energético, iluminación de bajo consumo, o buscar proveedores más económicos, que nos ayuden a reducir los costes de funcionamiento.
En conclusión, cuando decidimos ponernos manos a la obra para reducir nuestros costes, es necesario pensar en global, teniendo muy presente aquello de lo que podemos prescindir y de lo que no. Muchas veces el ahorro no se consigue atacando a las facturas más grandes o visibles, sino en la multitud de cuestiones pequeñas que son prescindibles y que apreciamos con menor facilidad.