La pueril explicación del PP en el Senado de que viajaba como una especie de senador volante al Archipiélago y a Andalucía resultaba entonces tan increíble como ahora. Los compañeros canarios de Monago en el Senado no han podido aún explicar cuántas veces se reunieron con él en Canarias ni de qué hablaron. Y cuando se les pregunta por las fotos en las que el político extremeño aparece divirtiéndose en los carnavales de Tenerife con el verdadero motivo de sus viajes a la isla, la respuesta es de libro: no entramos en la vida privada del señor Monago. De añadidura, nadie recuerda que el senador Monago mencionara una sola vez a Canarias en sus intervenciones senatoriales, lo que no deja de ser alarmante dado el abnegado sacrifico demostrado por estas islas.
En el interín y ante las presiones de sus socios de IU, que entonces guardaron silencio y ahora piden su cabeza, anunció que el próximo día 27 comparecerá en el parlamento extremeño para volver a dar explicaciones. Y así sigue, de anuncio en anuncio y de renuncio en renuncio como si pensara que a estas alturas del culebrón al que le da nombre cabe otra solución que no sea la de devolver el dinero público que gastó en sus viajes privados a las islas e inmediatamente presentar la dimisión de todos sus cargos.
El mismo tiempo que lleva Monago diciendo una cosa y la contraria sobre sus viajes privados llevan los partidos políticos en el Congreso y en el Senado escenificando un nuevo capítulo de una saga de gran popularidad nacional titulada “Hay que hacer algo”. Se refiere su argumento a la necesidad de que alguien controle cómo emplean el dinero público senadores, diputados nacionales y hasta diputados autonómicos. El atasco está precisamente en el “alguien”, es decir, en quién le pone el cascabel a sus señorías para que se sepa en todo momento a dónde van y con quién se ven a costa del presupuesto público. El PP, cogido de nuevo en falta, dice que es “partidario de mejorar la transparencia” pero no dice cómo hacerlo. El PSOE propone cosas, el resto de la oposición propone otras, se inician negociaciones, se forman comisiones y, mientras, todo sigue igual que hace una semana.
El presidente del Congreso se permite incluso decir que él no va a hacer de controlador de nadie y le pasa la pelota a los partidos políticos. El portavoz popular dice por su parte que “el Congreso no es un colegio” y que “los diputados no son niños" a los que haya que estar vigilando permanentemente. Argumento muy recurrente – en realidad una excusa como otra cualquiera – es el que se refiere a la necesidad de que los viajes políticos de senadores y diputados a veces deben de ser discretos lo que, según quienes lo defienden, no es compatible con que rindan cuentas económicas detalladas a las cámaras o a sus partidos, lo mismo me da que me da lo mismo.
Dicho en otras palabras y resumiendo: una semana después de que estallara el caso de los viajes de Monago a Canarias hemos vuelto a entrar en bucle y a meternos en un debate bizantino sobre el sexo de los ángeles, también conocido como diálogo de besugos. La ausencia de verdadera decisión y voluntad política para acabar con la opacidad en el uso del dinero de todos sólo está consiguiendo que a ojos de los ciudadanos la sombra de la sospecha se extienda injustamente sobre todas sus señorías y se cuestione una vez más la utilidad del Senado. Si alguna vez lo llegamos a ver, que lo dudo sinceramente, el controlador que los consiga controlar no sólo será buen controlador sino que merecerá un viaje a Canarias con todos los gastos pagados por la eternamente agradecida ciudadanía.