Leer | Juan 3:16-21 | Juzgar a las personas únicamente por sus acciones puede llevar a conclusiones equivocadas. ¿Alguna vez deseó usted mirar dentro del corazón de una persona para entenderla y saber cuáles son sus intenciones?
Por supuesto, nunca necesitamos cuestionar las intenciones de Dios; por su justicia divina Él hace lo correcto en cada circunstancia. Sin embargo, el Señor quiere que tengamos una relación personal cada vez más cercana con Él, y para eso es necesario que conozcamos su corazón por medio de su Palabra.
Pero, lamentablemente, no todo el mundo lee la Biblia, y por eso hay tanta ignorancia en cuanto a quién es Dios.
Si usted quiere entender el corazón de Dios, mire la cruz, donde se demuestran tanto su justicia como su misericordia. El Padre celestial es perfectamente santo; por consiguiente, su sentencia justa y adecuada por el pecado es la separación eterna de Él (Mt 25.41). Entonces, ¿cómo puede un Dios santo y justo relacionarse con seres humanos pecadores y rebeldes? Preparó un sustituto perfecto, sin pecado, para que llevara no solamente la culpa de la humanidad, sino también el castigo que cada uno de nosotros merece. La muerte de Cristo hizo posible que fuéramos declarados inocentes —nuestra deuda por el pecado ha sido pagada en su totalidad, y ese pago se aplica a nuestro favor cuando recibimos al Señor Jesús como Salvador.
La justicia de Dios exigía que su Hijo sufriera el peor castigo posible: la separación del Padre. El sacrificio de Jesús llevó a la bendición más grande —a que la misericordia de Dios pudiera derramarse sobre nosotros.
(En Contacto)