A los dos personajes, Newman y Ratzinger, les unen muchas cosas: su decidida fe en Jesucristo, su fervor y preparación intelectual y su confianza en la Iglesia católica. No es difícil imaginar que la conversión de Newman en la Inglaterra del siglo XIX debió provocar gran escándalo y revuelo, pero el que fuera presbítero anglicano conocía a la perfección la historia de la Iglesia y uno de sus anhelos era la vuelta de la Iglesia de Inglaterra al seno católico.
Además de la beatificación de Newman, el Papa ha estado con la reina Isabel II, con el heredero al trono, el Príncipe Carlos, y con los responsables de la Iglesia anglicana para tratar de limar asperezas y de profundizar en un sano ecumenismo y diálogo entre ambas confesiones, al fin cristianas las dos, con las diferencias conocidas, pero con idénticos destinos: el amor a Dios y al prójimo.
Hubo cierto temor a que se cometiera algún atentado contra la vida del pontífice, pero gracias a Dios esta amenaza no ha llegado a materializarse. Lo triste es que el Papa ha sido denigrado, burlado e insultado por muchas personas, a cuento de su pasado y de los penosos casos de pederastia, por los que ya ha pedido perdón en nombre de toda la Iglesia en numerosas ocasiones, cosa que no hacen otros colectivos cuando se ven en semejantes circunstancias. Ha sido triste leer a ciertos 'periodistas', no sólo ingleses, sino españoles también, lanzando insultos e improperios gratuitos contra el Papa y su labor en la Iglesia. Allá ellos con su inquina y su mala educación.
Creo no equivocarme al calificar como un éxito esta visita de su Santidad a Reino Unido y estoy seguro de que si el gran Chesterton hubiera vivido para verla se habría sentido muy identificado con la figura bondadosa, sencilla y humana de Benedicto XVI porque, al igual que pedía el Cardenal Newman, hoy ya beato, el Papa sabe que 'el corazón habla al corazón'.
Que Dios os bendiga a todos, amigos, y hasta pronto.