El corredor mediterráneo

Publicado el 03 octubre 2016 por Elturco @jl_montesinos

Publicado en ValenciaOberta.es

No hace muchos días ha tenido lugar una cumbre por todo lo alto, redundante donde las haya, para que me entiendan, que ha sentado a lo más granado del empresariado local, los 100 VIPs lo llamaron, con delegaciones políticas de la Comunitat Valenciana y de nuestros vecinos del norte catalanes. Como suele ser habitual en estos casos, las peroratas de los VIPs entre los VIPs, suelen recordar el final de esa maravillosa escena de Pulp Fiction, donde un magnífico Harvey Keitel, Mr. Wolf,  les recuerda a Jules y a Vincent que no es momento de chupar nada. Todavía.

Son los gobiernos valenciano y catalán expertos en el arte del que hay de lo mío aunque el nacionalismo catalán, siempre más práctico, le ha sacado más réditos al asunto. No obstante Puig y los suyos, con Oltra y compañía como secundarios protgonistas, practican el arte de la queja y el lloriqueo con la misma facilidad que la ingeniería social y la política de gestos. Son tres pilares básicos del populismo de izquierdas que nos acecha tras cada urna. Es por esto que cada acto que puedan organizar desde las instituciones de ambas autonomías se resume en una queja constante y una autocomplacencia onanista. Somos la leche de buenos, pero como no tenemos un duro… Cualquier cosa menos aplicarse.

Hay que hacer notar, que alguna voz discordante levantó los murmullos en la sala. Alguno osó contravenir el orden establecido, preguntándose si Murcia no da al Mediterráneo, poniendo el acento en que el puerto de Valencia y el de Barcelona son competidores naturales y que si no hay corredor mediterráneo podría haber uno a Vizcaya, ya que los vascos nacen donde les sale de los cojones. Alguno se revolvía en su silla cuando la verdad políticamente incorrecta apareció en escena.

La verdad es que el industrioso y comercial catalán siempre se ha entendido bien con el valenciano. Los negocios son los negocios. El lenguaje del libre intercambio que favorece a ambas partes, lo acaba por entender cualquiera. Sea en el idioma que sea. Sin embargo, en los últimos tiempos, hasta esas transacciones que favorecían a ambas partes, en este caso de catalanes y valencianos, aunque sirve cualquier intercambio mercantil, se ha impregnado de tufillo burocrático que en los últimos 100 años vienen llenando cualquier institución. Tufillo que ya es hedor. Hace algo más de 100 años, cuando el Estado no lo proveía todo, se hubiera resuelto el asunto de otra manera. Si hay que hacer un corredor, se hace. Se proyecta, se diseña, se construye y se explota. Hace algo más de 100 años el Estado no ocupaba ni la décima parte de lo que ocupa hoy, y las cosas iban progresando. Como ejemplo práctico, el metro de Madrid.

Hoy el hedor burocrático lo ocupa todo. No solo no es posible sustituir a la administración para cubrir de forma privada una necesidad real, sino que es la propia administración la que se encarga de que no exista tal posibilidad. La burocracia no permite que se solucione lo que ella no es capaz de solucionar en tiempo y forma. Así, cuando encuentra el hueco, el tiempo y el dinero – a base de extorsionar a los que tienen la necesidad – para solucionar lo que sea que hubiere que solucionar, el beneficiado acaba por aplaudir, bajo un brutal síndrome de Estocolmo, sin percatarse de que en el tiempo que ha tardado la administración y con el coste en el que ha incurrido, el beneficiado y cuatro amigos – o cien – más hubieran podido solucionar el asunto por su cuenta. Este es el círculo vicioso en el que nos obligan a vivir. Falta ver si queremos salir o no.

El Estado no lo provee todo. No es capaz de proveerlo todo. Y lo que provee no es capaz de proveerlo en condiciones de eficiencia. Corredores mediterráneos incluidos. Esa es la pura verdad.


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