El corte de pelo perfecto

Por Desmadreando @desmadreando

Ésta semana ha sido intensa de ahí mi desaparición. Tan intensa que me llevó directamente al peluquero para ver si me “lavaba las ideas” y me dejaba fresquita. Y así fue.

Tengo una teoría- que no se si compartan pero vamos es mía y si quieren se las presto- los cambios de look radicales no responden a que uno se encontró con un programa de televisión y lo llevan al mejor peluquero, le rediseñan el ropero y lo adelgazan 20 kilos. Los cambios de look radicales responden a crisis existenciales. Así. Tal cual.

Recuerdo cuando a los 15 años me fui a vivir a Barcelona y regresé con el pelo con mechas azules. Era temporal. Los gritos de mis padres no lo fueron. Pero yo mostraba que se estaba gestando algo. Que pronto daría a luz un renacimiento espiritual: LA PUBERTAD LLEGABA Y ¡ZAZ EN TODOS LOS MORROS! Mi madre me mostró el camino a su peluquería y mi pelo volvió a ser como era. En su casa mandaba ella.

Otra vez sentí el llamamiento interno, necesitaba expresarme y mostrar que algo se estaba gestando así que ,e aposenté en esos incómodos sillones de piel plástica de toda peluquería moderna y cerré los ojos. ¡Cortámelo! -le dije al peluquero. Y cerré los ojos.

-¿Pero cariño cómo quieres que te lo corte? ¡Abre los ojos mujé! ¡Mira éstos son monísimos!

Yo me negué a abrir los ojos. Sólo imploré que no fuera por arriba de la oreja.

Eso también ya lo había hecho. A los diechiocho. Me fui a Francia a estudiar con mi mejor amiga y queríamos ser “parisinas” y eso significaba cortarse el pelo en una pelu carísima de “la mort”, pagar en francos y recordar que toda crépe que te comieses se guardaría instantáneamente en los mofletes que mostrabas porque simplemente no tenías pelo. Un corte de “modelo”, de esos de pasarela que solamente se ven bien con “wet look”, ojeras y caraflaca. No era nuestro caso. Nos arrepentimos durante un par de años que tardó en crecer nuestro pelo.

¡Una y no más Santo Tomás! Y así empezó mi década de pelo largo. No me cortaba más allá de tres dedos. Si llegaban a ser cuatro ¡era pecado! y yo era feliz porque había descubierto que con pelo largo uno siempre va peinada. Además de que si corría con suerte y tocaba ir a la pelu uno podía mostrar su cabellera “VidalSanzón style” y quedar de lo más mona.

Yo quería algo atrevido. Sexy. Diferente. Pero si decía ésto a mis treintaypicodeaños quedaría un poco “Desperate Housewife” así que lo único que dije fue: “córtamelo pero que me pueda peinar”.

Abrí los ojos y 20 centímetros desaparecieron de mi ser. Si no gozan de la suerte de saber cuánto es 20 cm vayan por una regla e imaginen el cambio. Me reí. Semenator se iba a infartar pues nunca me había visto de pelo corto.

Las fotos circularon por las redes sociales y fuera de algunos “me gusta más tú look de siempre” o “que has hecho por Dior” la opinión general -léase la mía- es ME GUSTA. Me siento más joven. Mas fresca. Más renovada. Era lo que le decían un “corte Bob”.

Todo esa bonitez la pude mantener en pie durante un par de días. Lo que me dura el peinado antes de que se engrase como el cebo que deja el jamón ibérico en las manos.  A todo ésto, y o no sé cómo le hacen las abuelas para que les dure 5 días el peinado del salón de belleza. Para mi dos días y ya me pica todo pero eso lo trataré en otro post, palabrita.

Y claro llega el tercer día. El día D. Domingo. En donde la realidad no supera el shampoo. En donde te secas la minimelena con la toalla y a pesar de que te explicaron veinte veces como peinarte, como ponerte el producto, como hacerle para que quedes otra vez remonísima simplemente quedas así:

            Fotografía de la Dr. Jaione @nirosaniazul   y mi look nuevo en su honor

Y mi sobrino sólo me dijo: ¿hoy no te vas a peinar tía? porque así definitivamente no me gusta tú pelo. Los niños siempre dicen la verdad.

A mi tampoco me gusta. Ahora entiendo lo de “Corte Bobaaaaaaaaaaaaa has caído tú también”….

¡Mi pelo….mi tesorooooooooooooo!