Desde la transición, en Andalucía se ha producido una profunda transformación. Todos aquellos cortijos gobernados y explotados por sus amos (los caciques del franquismo), han sido unificados por la Junta de Andalucía en un solo cortijo que gobierna y explota para beneficio de sus nuevos amos (los caciques del PSOE). El bandolerismo andaluz ha cambiado la serranía por el despacho. La faca y el trabuco por la pluma y el ordenador. Han vestido el robo de ayuda al desarrollo, y disfrazado el pago o comisión a súbditos serviles y corruptos de subvención. Al saqueo de los fondos públicos les llaman EREs, y a la compra del voto PER (una nueva forma de esclavitud).
José María Hinojosa El Tempranillo, El Tragabuches (componente de la banda de los siete niños de Écija), y otros, han sido reemplazados por Directores Generales o ex Consejeros de tal o cual Organismo o Consejería, y otros. Pero la corrupción en Andalucía no está localizada sólo en las laderas del poder. Llega más alto. Hasta la cima. Es patético, que este bandolerismo siga teniendo seguidores que son las víctimas de aquellos a los que apoyan con su voto, que haya prensa, radio y televisión que cante sus tropelías como servicios sociales a los andaluces, cuando deberían exigir que todos estos corruptos fuesen sentados en el banquillo de los acusados, juzgados, y sentenciados a prisión los culpables de malversación, apropiación indebida, cohecho, tráfico de influencias, falsedad documental, falso testimonio, enriquecimiento ilícito...
Las próximas elecciones andaluzas, el próximo 25-M, deben marcar un antes y un después y no un más de lo mismo. El pueblo andaluz debe recuperar la dignidad robada por sus dirigentes, demostrar que son ellos, los ciudadanos los que deciden quienes deben ser sus dirigentes y si los nuevos elegidos les defraudan, derribarlos de nuevo con su voto hasta conseguir unos políticos honrados. Difícil, sí, pero hay que intentarlo. Los andaluces, en las elecciones del 25-M, no van a elegir con su voto a este o aquel partido político para que sus dirigentes les gobiernen durante los próximos cuatro años. Se constituirán en un gran jurado con la responsabilidad de, una vez conocidos los hechos, emitir un veredicto de culpabilidad o inocencia sobre los políticos que durante treinta años han sido responsables de la situación en la que hoy se encuentra Andalucía. De su veredicto puede depender, incluso, la dignidad de los andaluces.
Virholmes