A los ciudadanos nos parece todo caro. Tenemos la sensación de que pagamos mucho por poco. Lo curioso es que además parece que tenemos una concienciación medioambiental mayor, lo que nos lleva a preocuparnos, como nunca, por la salud del planeta. Mientras tanto, los economistas a lo suyo: esto es, a medir los crecimientos económicos con relación al Producto Interior Bruto (PIB), a inversiones o las tasas de creación de empleo.
El éxito de la economía se relaciona directamente con el PIB. Se trata de una medida que no tiene en cuenta la depreciación del capital extraído a la Naturaleza. No calcula el coste de las cosas con relación al daño medioambiental que causan. Es más, lo considera como algo gratis que no tiene valor. De esto saben los británicos, que después del Brexit han firmado acuerdos comerciales con Australia y Nueva Zelanda -países alejados- pero que, debido a los costes de logística, no les sale rentable. A los chinos les pasó algo parecido. Con el fin de relanzar su economía se pusieron a quemar materiales fósiles, dejando las ciudades con nubes de contaminación atmosférica, generando ellos solos el 30% del CO2 mundial. Estos desastres medioambientales de extracción de materias primas, modificación de los hábitat y de contaminación no los mide el PIB.
El ser humano, si quiere sobrevivir y perdurar en este globo terráqueo, tendrá que computar los costos de estos desastres. Estas visiones tan cortoplacistas y de búsqueda de lo barato debieran tener presente un hecho: la obtención de las materias primas genera unos daños al ecosistema que hay que cuantificar y añadir en el precio final, porque los activos naturales no pueden ser considerados gratuitos. Parece que es lícito el robar al planeta su capital natural mientras nos vaya bien.
El problema es que este expolio no cuantificado nos lleva a crecimientos económicos ficticios que pueden llevar al colapso del planeta. En este país el peso del turismo sobre el PIB es del 12,8% (datos el año 2023), lo que se considera todo un éxito, pero no mide la pérdida de biodiversidad, los destrozos medioambientales o la modificación de los hábitat naturales. Sería algo parecido a robar todos los días en el supermercado. Al final, este tiene tres opciones: repercute lo sustraído en el precio final y aquí no ha pasado nada, detiene a los ladrones, que somos todos, o cierra. Fin.