Los creacionistas «científicos» literalistas reinterpretan datos paleoicnológicos para intentar demostrar sus tesis bíblicas
Icnitas elongdas del río Paloxy.
Desde comienzos del siglo xx, la interpretación literal de la Biblia se halla bien implantada en los medios evangelistas estadounidenses. A partir de finales de los años sesenta, los adeptos a esta doctrina labraron la credibilidad de la misma mediante reinterpretaciones (erróneas) de datos científicos. Su objetivo: fundar un «creacionismo científico». Hoy en día, todas las ciencias que hacen referencia a un origen o evolución de la Tierra (geología), el universo (astronomía y astrofísica) o la vida (biología y paleontología) conocen corrientes creacionistas.
Además de rechazar la teoría de la evolución, los creacionistas «científicos» literalistas defienden dos convicciones con implicaciones paleontológicas: que los dinosaurios fueron contemporáneos de los hombres y que la mayoría de aquellos desaparecieron en el Diluvio universal. Para demostrarlas, acomodan a su favor datos científicos, que quedan así integrados en su doctrina y originan interpretaciones erróneas. Veamos algunos ejemplos.
Para justificar que los humanos fueron coetáneos de los dinosaurios, los creacionistas afirman que unas huellas fósiles de forma estrecha y alargada encontradas al lado de unas huellas de dinosaurio ubicadas en el río Paluxy cerca de Glen Rose, Texas, pertenecen a pies humanos. En realidad, esas icnitas elongadas, bien conocidas entre los paleoicnólogos, corresponden a la impresión del metatarso de los autópodos posteriores de un dinosaurio.
Otro ejemplo atañe a dos conjuntos de icnitas: uno hallado en la localidad riojana de Enciso y otro en Saint George, en el estado de Utah. Según los estudios paleontológicos, estas huellas demuestran que ciertos dinosaurios terópodos no avianos nadaban de forma eficaz. Además, se sabe que los dinosaurios que las imprimieron no fueron contemporáneos, puesto que las primeras pertenecen al Cretácico inferior (hace unos 125 millones de años) y las segundas al Jurásico inferior (hace unos 180 millones de años).
En cambio, los creacionistas Tas Wal- ker y John H. Whitmore han utilizado esas icnitas para respaldar la hipótesis de que los dinosaurios se extinguieron por causa del Diluvio universal. Afirman que si se han encontrado huellas acuáticas de dinosaurio es porque estos intentaron desesperadamente salvarse antes de fenecer ahogados en un escenario catastrófico marcado por condiciones anormales que no serían sino la muestra de la continua subida de las aguas del Diluvio bíblico. Además, dado el excelente estado de conservación de las huellas, suponen que la sedimentación fue muy rápida, lo que sería consistente con la hipótesis del Diluvio. Según los geólogos creacionistas, durante la gran inundación, se produjeron colisiones entre los continentes, lo que propició que ciertas partes quedaran emergidas de forma temporal. De ahí que solo quedaran impresas las huellas de dinosaurios con capacidades natatorias, puesto que ello les habría permitido alcanzar dichas áreas y sobrevivir durante un tiempo.
Aunque ese razonamiento pueda parecer sólido, sus conclusiones son totalmente erróneas, ya que se apoya en la cronología bíblica y el catastrofismo, según el cual las especies no evolucionan pero pueden desaparecer debido a catástrofes naturales tales como el Diluvio. Los icnólogos, en cambio, se fundan en métodos científicos para datar y explicar la formación de ese tipo de huellas.
Ese tipo de reinterpretaciones pseudocientíficas no son más que tentativas de rechazo de la teoría de la evolución formulada por Darwin. Desde el punto de vista científico, la evolución es innegable. No existe, por tanto, debate intelectual posible entre científicos y creacionistas. Pero resulta difícil ignorar a estos últimos, dada la proliferación, sobre todo en EE.UU., de sus institutos de «investigación». Entre ellos destacan la Sociedad de Investigación sobre la Creación (Creation Research Society), el Instituto para la Investigación de la Creación (Institute for Creation Research) y la organización Respuestas en el Génesis (Answers in Genesis), muy activa en Internet. Además, los promotores del «diseño inteligente», un avatar del creacionismo, han conferido a este movimiento una imagen más científica y moderna, mediante la organización de coloquios, la publicación de revistas y el desarrollo de programas de investigación. El creacionismo tiene también su versión islámica, liderada por la Fundación para la Investigación Científica del turco Harun Yahya, autor del Atlas de la Creación que en 2007 se envió de forma gratuita al sistema escolar francés y belga.
Ante los movimientos creacionistas, la ciencia debe continuar defendiéndose a través de la divulgación de sus avances y de una enseñanza que promueva los fundamentos del método científico. Sólo la acción conjunta de una legislación que preserve la laicidad y una comunicación plural que permita transmitir libremente el conocimiento humano impelerá nuestra evolución cultural.
Artículo publicado en Investigación y Ciencia nº 419. Su autor es Rubén Ezquerra Miguel, palenteólogo investigador del Instituto de Estudios Riojanos y miembro de la Fundación Patrimonio Palenteológico de La Rioja.