El creciente odio social: La bestia negra

Por Revistaletralibre

Por Mª José Fernández
Echemos un vistazo a aquellos que prodigan libertades e ideales a bombo y platillo y se olvidan de practicar el respeto humano... A veces me pregunto ¿a quienes interesa sembrar tanta discordia? Seamos francos: interesa a los que desean conseguir un objetivo personal, o de unos cuantos, por encima de todo. Un ejemplo: llegar a toda costa al poder; para ello generan todo tipo de hostilidad, confusión... y “a río revuelto ganancia de pescadores”.
Hay que practicar con el ejemplo; en cambio, la mayoría de las veces, son los primeros en proclamar una libertad e igualdad de derechos a su medida. Un ejemplo: la independencia catalana, cuando todos sabemos que cada vez existe más desigualdad, menos derechos... para Todos, y ello, a la corta o a la larga, genera confusión social.
Las distintas ideologías que han ido tomado las riendas no han solucionado gran parte de los problemas porque se ha optado por priorizar el poder ideológico por encima de dar solución los crecientes problemas sociales que acuciaban y aún siguen acuciando a nuestro país: “la unión hace la fuerza”.
Tenemos lo que hemos sembrado: enemigos por doquier, pues nos llueven problemas de todo tipo (mientras se arraiga la sequía); no nos falta de nada para echar abajo la esperanza social de que, poco a poco, se vayan arreglando las cosas pues, cada día nos crecen los bajitos... El principal problema de hoy es la hostilidad ideológica creciente. Un ejemplo: la amplia demora –que hubo– debido a los obcecados desacuerdo políticos en toda regla (cientos de horas de vuelo parlamentario y cada uno aferrado a su ego-político, marcando su pulso ideológico).
Sumamos el odio, en apariencia, apacible; silencioso en apariencia... hasta el punto de modificar una convenida historia desde las propias aulas educativas; ese odio creciente ha generado muchas contraindicaciones, dando lugar a una sociedad adversa que repudia por el sólo hecho de sentir o parecer ser diferente. Un ejemplo: El cincuenta por ciento de mis primos hermanos paternos son extremeños, aunque vivan en Cataluña.
No olvidemos tampoco que todos tenemos derecho a nuestra identidad propia: somos único como individuo, únicos como entidad regional, únicos como entidad española, únicos como Europeos... y para hacerlo igualitario, hoy por hoy nos regimos por unas leyes ampliamente democráticas, que son unas de las más democráticas de Europa. Alguien, dijo, pudiera ser Másters: “nadie es mejor que nadie ni está por encima de nadie”; en todo caso si alguien se considera grande o diferente “la grandeza no está en ser el centro de los focos, sino en ser el foco que alumbra” (Pablo Arribas); y ni mucho menos la grandeza está en despreciar... de una manera u otra se está generando un mal social en toda regla.
En el siglo en el que vivimos, hay quienes son irrespetuosos e intolerantes por conveniencia, por ambición, por un ego creciente: les importa un bledo los derechos cuando se los saltan a la torera. Otros están como anestesiados: ven normal que mueran de hambre seres humanos (¿y si fueran sus hijos?); otros amasan importantes fortunas, con fugas de capitales... (Desean, a toda costa, tener el futuro resuelto aún dentro de la ilegalidad...).
Gran parte de las crispaciones sociales está en esa falta de respeto humano, es obvio: España ha sabido convivir, en otros tiempos, con todo tipo de ideologías, religiones... claro, eran tiempos boyantes; cuando vienen las vacas flacas a todo se le saca punta, se le echa la culpa a los símbolos ideológicos, religiosos, políticos, etc., cuando la verdadera causa es la pobreza, la incultura, la propagación del odio... (para ello se utilizan vías: la ideología, la económica o la religiosa, entre otras), sin olvidar que todo lo engloba la envidia, es la que realiza su función maléfica por el mundo... y, ahí, tenemos forjada la bestia negra.
Controlemos a la bestia: dejemos el empecinamiento ideológico, religioso, etc., de nuestros ancestros, mientras empeoremos las cosas, a no ser que pretendamos empeorarlas; centrémonos en el apremiante futuro: el de nuestros hijos. Nos preocupamos en exceso de nuestros difuntos, cuando ya no necesitan nada, sembramos de odio nuestro presente social-económico y forjamos un futuro impreciso, todo ello lo que genera el odio, del que algunos sacan buen partido.
Se nos viene encima el egoísmo irrespetuoso desde el punto de vista social que hemos sembrado: una España negra e inhabitable que nos involucrará a todos sin remedio, si no conservamos los valores intrínsecos del ser humano (la crisis, los desacuerdos ideológicos, la sequía, los incendios, la economía, y, ahora, el tema catalán). Tenemos un bonito panorama apocalíptico, sin contar los conflictos mundiales de mayor envergadura. Como resultado: Hoy hemos dado rienda suelta a esa bestia negra que entre todos hemos forjado: “Apretémonos los machos”.