Uno de los efectos directos del sanchismo es haber multiplicado el número de los españoles que se auto declaran "fachas", un término que antes era un insulto pero que ahora, al ser utilizado como ofensa, de manera reiterada y mendaz, por el sanchismo y sus degradados compañeros de ruta, se ha convertido casi en un distintivo y un signo de honradez y patriotismo.
Tengo un amigo que dice que si a las doce del medio día no te han llamado "facha" al menos tres veces, es señal de que no eres nadie.
Y tiene razón porque llamarte "facha" es el único argumento que esgrime en sus debates la inculta, cateta y degradada caterva de sanchistas que pululan por el país, votando al sátrapa Sánchez, haga lo que haga, incluso si nos obliga a votar en plena canícula para que los colegios electorales se queden desiertos y él pueda manipular, si lo desea, los cientos de miles de votos por correo que llegarán a las urnas.
A Pedro Sánchez hay que rechazarlo y expulsarlo del poder por muchas razones sólidas: porque él no es un demócrata, porque es injusto, abusivo, arrogante, despilfarrador, arbitrario y porque ha estimulado desde el poder a los separatistas, golpistas, filoetarras, okupas y a los numerosos enemigos de España que utilizan el odio como ponzoña destructora de la nación.
Pero también hay que rechazarle y despreciarle por su miserable concepción de la política y su incapacidad para asumir la derrota como un hombre. Rabioso y cabreado porque no le han votado en las autonómicas y municipales del 28 de mayo, Sánchez ha querido vengarse como un energúmeno sin control, poniendo la fecha de las votaciones generales en medio del verano, en el corazón de uno de los grandes puentes vacacionales, con la rastrera intención de que la gente no pueda votar y los urnas se queden medio vacías.
Dice Ramón Tamames, con toda razón, que la convocatoria de elecciones en pleno verano, hecha por Sánchez, debería estar prohibida y que es una venganza personal del sátrapa porque no le hemos votado.
Si en España existiera una democracia seria y sólida, como, por ejemplo, la británica, Sánchez ya habría tenido que dimitir o lo habrían echado a patadas, por maniobrero, falso, corrupto y nocivo, en las cámaras de los Comunes y de los Lores.
Pero en la España que nos ha construido Sánchez en los cuatro últimos años caben todas las bajezas antidemocráticas y corruptas imaginables. como el hecho gravísimo de que más de medio país desconfíe tanto del presidente que sospecha seriamente que puede haber un "fraude electoral masivo".
Millones de españoles están sorprendidos de que ni el rey, ni la Justicia, ni el Congreso, ni el Senado, ni la prensa libre, ni los rectores de la Universidad, ni las Fuerzas Armadas, nadie, haya alzado la voz para protestar ante los abusos y agresiones del sanchismo a España y a la Constitución.
La sorpresa no es menor en el seno de las izquierdas decentes que quedan en España, donde muchos políticos han sido tan cobardes que han guardado silencio ante los abusos y suciedades de Sánchez, que, entre otros estragos, ha convertido al PSOE en un nido de sátrapas y rufianes interesados sólo en el reparto del botín.
Un país como el que nos construye Sánchez no es una democracia sino un lago de cieno lleno de desunión, desconfianza, recelo, odio, revancha, sospechas y suciedades de todo tipo, todas ellas integrando un océano de corrupción que sólo se mantiene invisible y sin estallar porque Sánchez lo está ocultando con sus mentiras, manipulación de los datos y estadísticas y compra de medios de comunicación, una asunto tan sucio que ha converti a los periodistas en los seres más odiados del país junto con los políticos.
Por la otra vertiente, Sánchez, con su bajeza, antidemocracia y mal gobierno, ha logrado que ser llamado "facha" en España sea un orgullo para millones de ciudadanos, que repiten sin parar: "si amar a mi país, odiar la corrupción, sentir asco de los golpistas y filoterroristas, ser demócrata y sentir repugnancia de los abusos y suciedades del sanchismo es ser facha, yo lo soy y bendito sea Dios".
Francisco Rubiales