En mi opinión el acontecimiento más importante de la Historia es el triunfo del cristianismo en el Imperio Romano. El cristianismo ha conformado el pensamiento, las artes, las costumbres de la civilización occidental. Y esa misma sociedad fue la que a partir del siglo XVI inició la conquista de otros continentes a los que llevó sus ideas, sus valores y su religión. Bueno, también llevó cosas más desagradables a las que no me referiré aquí. Esto haría de Jesucristo el personaje más importante de la Historia universal… pues va a ser que no. El personaje más importante de la Historia es San Pablo, porque sin él el cristianismo no habría pasado de ser una oscura secta judía que se habría extinguido tras la conquista de Jerusalén por los romanos en el 70 d.C., que fue lo que les pasó a los seguidores de San Juan Bautista. Esa fue la idea que se me quedó después de haber leído “Paul and Jesús. How the Apostle transformed Christianity” de James D. Tabor.
Tabor dice que si no nos damos cuenta de que el cristianismo realmente fue una invención de San Pablo es porque leemos el Nuevo Testamento al revés. Esto es, primero leemos a los cuatro evangelistas, luego los Hechos de los Apóstoles y finalmente las epístolas paulinas. Esa ordenación nos hace creer que San Pablo no hizo en sus epístolas más que difundir el mensaje de los evangelios. Eso es erróneo. Cronológicamente las epístolas paulinas son anteriores. Cuando las escribió, San Pablo no tuvo delante los evangelios de San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan por la sencilla razón de que todavía no habían sido escritos. En cambio los evangelistas sí que pudieron tener delante los escritos de San Pablo.
Abordar el Nuevo Testamento de esta manera cambia mucho las cosas. Tomemos la institución de la eucaristía. San Marcos la cuenta de esta manera: “Mientras comían, tomó pan, y, bendiciéndolo, lo partió, se lo dio y dijo: Tomad, éste es mi cuerpo. Tomando el cáliz, después de dar gracias, se lo entregó, y bebieron de él todos. Y les dijo: Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. En verdad os digo que ya no beberé del fruto de la vid hasta aquel día en que lo beba de nuevo en el reino de Dios.”
San Pablo cuenta en la primera epístola a los corintios esa escena de la siguiente manera: “… el Señor Jesús, la noche en que era entregado tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, diciendo: Esto es mi cuerpo, el que se da por vosotros; haced esto en memoria mía. Igualmente, después de la cena, tomó el cáliz, diciendo: Este cáliz es la Nueva Alianza por la sangre mía; cuantas veces lo bebáis, hacedlo en memoria mía…”
Se parecen ambos textos, ¿verdad? He subrayado todos los elementos que tienen en común. Se diría que uno de los autores tuvo delante el texto del otro cuando escribió el suyo. En contra de lo que estamos acostumbrados a pensar, fue seguramente San Marcos quien tuvo delante la epístola paulina y no al revés.
No solemos darnos cuenta de la presencia abrumadora de San Pablo y sus ideas en el Nuevo Testamento. No sólo es que sus epístolas fueran el primer documento del Nuevo Testamento en ser escrito. Ellas solas representan el 25% del Nuevo Testamento. Añadámosles luego los Hechos de los Apóstoles, que bien hubieran podido llamarse “Las aventuras de SuperPablo entre los gentiles”. 16 de los 28 capítulos que los componen tienen a San Pablo como héroe y protagonista. También tenemos el evangelio según San Marcos, que incorporó muchos elementos de la teología paulina y que, además fue la fuente a partir de la cual San Mateo y San Lucas escribieron sus evangelios. Todo ello hace que, para cuando los textos que luego compondrían el Nuevo Testamento empezaron a perfilarse, la impronta de la teología paulina era ya muy fuerte e impidió que entrasen en el canon definitivo algunos textos que no se ajustaban a ella.
¿Cuáles eran los puntos principales de la teología paulina? Según Tabor, eran los siguientes:
1.- La resurrección de Jesucristo, pero no entendida como la revivificación de su cadáver, sino como su metamorfosis en un nuevo cuerpo espiritual.
2.- Todos los creyentes conforman una familia según el espíritu, cuya cabeza es Jesucristo. Elementos claves en la formación de esta familia serían el bautismo y la eucaristía. Ambos sacramentos tenían precedentes en el judaísmo, pero San Pablo los alteró hasta hacerlos irreconocibles. El bautismo judío había sido un rito de purificación de los pecados. San Pablo lo convirtió en un sacramento de ingreso en la familia de Cristo. El equivalente a la eucaristía era entre los judíos un ágape fraternal que quería prefigurar de alguna manera lo que serían las relaciones humanas en la era mesiánica. San Pablo lo convirtió en una manera de participar en el cuerpo espiritual de Cristo por medio de una suerte de canibalismo simbólico.
3.- San Pablo fue un profeta apocalíptico. Estaba convencido de que el Reino de Dios estaba a la vuelta de la esquina y de que muchos de los de su generación vivirían para ver el regreso de Jesucristo. Esta mentalidad apocalíptica no fue una originalidad de San Pablo. Tanto Jesucristo como su maestro, San Juan Bautista, estaban convencidos de lo mismo.
4.- La Ley de Moisés había quedado abrogada y sustituida por la Ley de Cristo. El nuevo Israel era un Israel espiritual que abrazaba a judíos y gentiles por igual.
San Pablo apoyaba su especial teología en su convicción de que Cristo se le había revelado. Mejor todavía, Dios le había escogido para su misión ya en el vientre de su madre. En la epístola a los gálatas, San Pablo dice: “Pero, cuando Aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, quiso revelar en mí a su Hijo para que lo evangelizase a los gentiles, enseguida, sin consultar a la carne y a la sangre, sin subir a Jerusalén, a los apóstoles, mis predecesores, me retiré a Arabia para volver nuevamente a Damasco.” En este pasaje, y en otros muchos, San Pablo sugiere que su misión es superior a la de los otros apóstoles que conocieron en persona a Jesucristo. En su caso, el propio Jesucristo se tomó la molestia de revelársele en espíritu. En otras palabras, San Pablo era un iluminado que si hubiese nacido en el siglo XXI habría terminado apareciendo en el programa de Iker Jiménez. Pero en el siglo I, molaba.
Si todo el Nuevo Testamento está impregnado de la teología paulina, ¿cómo descubrir cuáles fueron las verdaderas enseñanzas de Jesús? Tabor afirma que hay algunos documentos donde la influencia de San Pablo está ausente y que nos acercan a las verdaderas enseñanzas de Jesús. Esos documentos son:
1.- La epístola de Santiago, del que Tabor dice que era hermano de Jesús y que fue aquél a quien Éste designó como su sucesor. En la introducción a esta epístola en la edición de la Biblioteca de Autores Cristianos, se hacen afirmaciones que concuerdan con lo que dice Tabor: “La doctrina de la epístola- como dice A. Charue- manifiesta un estadio arcaico en cuanto a su expresión y a su sistematización. Las dos economías del judaísmo y del cristianismo no están todavía claramente disociadas, y la novedad evangélica se expresa siempre en el lenguaje tradicional de la Antigua Biblia…” Bueno, tal vez lo judío y lo cristiano no estén claramente disociados, porque la epístola no haya recibido la influencia de San Pablo y responda a las verdaderas enseñanzas de Jesús, quien no veía su papel como el de crear una nueva religión, sino el de reafirmar la Ley de Moisés y preparar a su pueblo para el Reino de Dios. La introducción también afirma que “la cristología de nuestra epístola está poco desarrollada”. Lógico porque fue San Pablo quien se inventó la cristología.
2.- Q, el documento que contenía dichos de Jesús y que ha sido reconstruido a partir de paralelismos en los evangelios de San Mateo y San Lucas que no se encuentran en San Marcos y que muestran que ambos utilizaron una fuente común desconocida para este último.
3.- El “Didaché”, un texto de comienzos del siglo II, que era una suerte de manual para conversos, en el cual está ausente la influencia de San Pablo. A título de ejemplo, la eucaristía en este texto es una simple comida de acción de gracias y conmemoración de Jesús.
¿Cuáles son los rasgos de ese cristianismo de Jesús, de ese cristianismo anterior a San Pablo?
1.- No se veía como algo distinto del judaísmo, sino enmarcado en él. De hecho, la gran discusión que ocasionó la práctica ruptura entre San Pablo y los Apóstoles, se debió a que San Pablo defendía que los gentiles que se convertían al cristianismo no tenían que someterse a la Ley de Moisés. El propio Jesucristo había dicho que no había venido a abrogar la Ley de Moisés, sino a cumplirla.
2.- Clara opción por los pobres, que son quienes están más cerca de Dios. “¿No escogió Dios a los pobres según el mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino que tiene prometido a los que le aman?” (Epístola de Santiago). “Bienaventurados los pobres pues suyo es el Reino de Dios.” (Evangelio según San Lucas).
3.- Inminencia de la llegada del Reino de Dios. Este sentimiento apocalíptico de estar viviendo en el final de los tiempos lo compartían San Juan Bautista, Jesucristo y el propio San Pablo.
4.- Frente a la idea paulina de la salvación por la fe, Santiago en su epístola afirma el valor de las obras y es de suponer que respondía a las enseñanzas de Jesucristo: “¿Qué le aprovecha a uno decir : Yo tengo fe, si no tiene obras? ¿Podrá salvarle la fe? (…) Muéstrame sin las obras tu fe, que yo por mis obras te mostraré la fe.”
5.- Evidentemente en ese cristianismo original, Jesucristo no era el Hijo de Dios, ni el salvador de la humanidad, la eucaristía era un acto de acción de gracias y de conmemoración y el bautismo una acto de purificación.
Irónicamente, si el cristianismo triunfó y Jesucristo es para nosotros algo más que un oscuro profeta hebreo del siglo I, es porque vino San Pablo y distorsionó por completo su mensaje.