Con este nombre es conocido vulgarmente el altar que, dentro de un arcosolio, existe en el lado del Evangelio del trascoro del templo primado (...) El asunto que representa el retrablo es el del descendimiento del cadáver de Nuestro Señor Jesucristo, desde la Cruz al regazo de su Divina y Dolorida Madre. Terrible escena perfectamente expresada por el escultor, en la actitud y expresión de los personajes que en ella figuraron.
Tanto el retablo como las esculturas son de madera policromada, no de piedra, como algunos creen, y no de alto relieve, como dice Parro y otros autores que le han seguido, sino esculturas completas, talladas independientemente y acopladas entre sí con gran precisión, y colgadas, o mejor dicho, unidas o enganchadas a la tabla del fondo por medio de escarpias en ésta y anillas en los cuellos y espaldas de las figuras; en tal disposición, que se pueden desprender todas y deshacer el grupo. Solamente están invariablemente unidas las imágenes del Señor y de la Virgen; lo que hace suponer que el escultor labró primero estas dos figuras principales del asunto, y luego, las auxiliares, con gran habilidad para que encajaran unas en otras; lo que hace avalorar mucho más el mérito de la obra. Este es un detalle en el que creo que pocos se habrán fijado.
Por la talla de las esculturas, el plegado de los paños y la actitud algo hierática de las figuras, así como la orla del retablo y la reja que es de la misma época, puede colegirse que es obra de transición entre el estilo plateresco y el Renacimiento, y por lo tanto, de fines del siglo XV o principios del XVI.
Manuel Castaños y Montijano. El Cristo tendido de la Catedral. Artículo en El Castellano. 6 de julio de 1924.