Esto es más fácil de entender con ejemplos. ¿Dónde hacen la mejor paella?, digo más, ¿cómo se hace la auténtica paella que a cualquier cosa mezclada con arroz la llaman así? La mejor no lo sé, pero muchas y malas las hacen precisamente en Valencia, cría fama y échate a dormir. Algunos con el nombre, la denominación de origen o los meros ingredientes ya tienen bastante.
¿Con cuánta frecuencia tomamos la parte por el todo, y nos conformamos con la copia, de la copia, de la fotocopia de las cosas, las experiencias y las personas?, empezando por uno mismo. ¿Cuánto tiempo llevas siendo una sombra de lo fuiste, de lo que podrías estar siendo o de lo que estabas llamado a ser?
¿Dónde está la paradoja, Juan Carlos? En el hecho cierto de estar catalogando al revés la mayoría de las cosas, confundiendo la imitación con el original. No es que no te guste la cosa en sí, lo que ocurre es que hace mucho que no la ves tal y como es, o como era, si es que has tenido la suerte de verla, sentirla o experimentarla alguna vez.
Como quien desprecia la opera sin haber visto una producción excelente, o la zarzuela, el teatro, o el cine. Las verduras, el pescado, las frutas…. El deporte, el trabajo, la familia. El amor, la amistad, el compañerismo. O la mismísima vida.
No te gusta y es normal. No te convence y no me extraña. Pero no te equivoques. Lo que no te gusta es esa mierda, porque lo que a ti te gusta o te gustaría, y lo estás deseando además, es el original.
«No creo en la familia», pero cómo vas a creer, si a la tuya y a la mía y a la de aquel no hay quien la entienda. «No creo en la amistad», si no has tenido nunca un amigo que valga la pena. «En el matrimonio», «en la pareja». «El sexo no es tan importante». «No creo en la política», con estos políticos que tenemos. «En los impuestos», «en las personas», «en la religion», «en Dios»…
No crees en lo que no es porque hace mucho que no lo ves, o no lo has visto nunca. Que es lo mismo que me pasa a mí.