«El cuento de la criada» de Margaret Atwood | #LeoAutorasOct

Publicado el 20 octubre 2017 por Carmelo Carmelo Beltrán Martínez @CarBel1994
El cuento de la criada de Margaret Atwood es una de las reseñas más complicadas de las que me he enfrentado. Habla de tantos temas (feminismo, el uso de la guerra como arma de opresión…) que es difícil englobar todo en unas simples palabras, así que antes de nada quiero dejar una cosa bien clara: tenéis que leer El cuento de la criada, pues una de las mejore historias que me he encontrado.

El cuento de la criada de Margaret Atwood | Reseña


Título: El cuento de la criadaAutora: Margaret AtwoodEditorial: SalamandraAño de publicación: 1985Número de páginas: 416ISBN: 978-8498388015¡Cómpralo!: Físico | Digital

Sinopsis


Amparándose en la coartada del terrorismo islámico, unos políticos teócratas se hacen con el poder y, como primera medida, suprimen la libertad de prensa y los derechos de las mujeres. Esta trama, inquietante y oscura, que bien podría encontrarse en cualquier obra actual, pertenece en realidad a esta novela escrita por Margaret Atwood a principios de los ochenta, en la que la afamada autora canadiense anticipó con llamativa premonición una amenaza latente en el mundo de hoy. En la República de Gilead, el cuerpo de Defred sólo sirve para procrear, tal como imponen las férreas normas establecidas por la dictadura puritana que domina el país. Si Defred se rebela —o si, aceptando colaborar a regañadientes, no es capaz de concebir— le espera la muerte en ejecución pública o el destierro a unas Colonias en las que sucumbirá a la polución de los residuos tóxicos. Así, el régimen controla con mano de hierro hasta los más ínfimos detalles de la vida de las mujeres: su alimentación, su indumentaria, incluso su actividad sexual. Pero nadie, ni siquiera un gobierno despótico parapetado tras el supuesto mandato de un dios todopoderoso, puede gobernar el pensamiento de una persona. Y mucho menos su deseo. Los peligros inherentes a mezclar religión y política; el empeño de todo poder absoluto en someter a las mujeres como paso conducente a sojuzgar a toda la población; la fuerza incontenible del deseo como elemento transgresor: son tan sólo una muestra de los temas que aborda este relato desgarrador, aderezado con el sutil sarcasmo que constituye la seña de identidad de Margaret Atwood

Versión en vídeo en El Rincón de las Páginas



Opinión


En El cuento de la criada en ningún momento sabemos con claridad qué ha pasado. Margaret Atwood nos lanza al mundo que ha creado su historia sin ninguna pista y con la única visión de Defred (la protagonista) de la realidad en la que nos moveremos a partir de ese momento.
Nos encontramos en lo que antes era Estados Unidos y que ahora recibe el nombre de República de Gilead. Hace unos cuantos años se produjo uno de los atentados terroristas más poderosos que se recuerdan y este tenía firma de un grupo islamista, o al menos aquello fue lo que esgrimieron quienes aprovecharon la situación. 
Se trataba de un grupo político con un fuerte sentimiento teocrático del cristianismo (que aunque no se llega a mencionar así en ningún momento de la obra se dejan las referencias suficientes para que todos sepamos hacia dónde apuntar). Se valieron del miedo y la histeria colectiva, del dolor de las víctimas y sus familiares, para instaurar un régimen autoritario que cambiaría el sino de la vida de todos los habitantes del país.
Como en todo régimen de estas características, los derechos y las libertades se vieron suprimidos de manera general, pero fueron las mujeres las que peor paradas salieron, pues les fue robada hasta su individualidad. Esta es la base sobre la que se cimienta El cuento de la criada de Margaret Atwood.

El papel de la mujer en El cuento de la criada


La trama, el mundo y la realidad que Margaret Atwood creó con El cuento de la criada tenía a la mujer como punta de lanza. Su historia es una denuncia de muchos de los problemas que ha sufrido este género a lo largo de la historia y una llamada de atención y de pelea ante un escenario en el que su opresión aumente todavía respecto de la actual situación, que deja bastante que desear.
Uno de los principales problemas que tiene Gilead es que ha disminuido de una forma muy drástica la fertilidad en la población. No se explican los motivos, pero es una de las razones por las que las mujeres hayan sido divididas en diferentes estratos sociales, siendo su principal valor el dar a luz o cuidar a los hijos. No tienen ningún valor más allá que estos en el mundo de El cuento de la criada. No son personas, sino herramientas.

La jerarquía de las mujeres


Pero ni siquiera todas las mujeres tienen los mismos derechos, sino que Margaret Atwood trabajó una clara jerarquía social entre los miembros de este género y les asignó a cada una su tarea, aquello para lo que eran útiles.
  • No-mujer: son el eslabón más bajo de la cadena y es que ni siquiera son consideradas como mujeres. Sabemos que han cometido algún tipo de delito, pero no conocemos en realidad por qué causas se imponen estas penas. Son enviadas a unas colonias de las que todos hablan pero nadie puede afirmar su existencia.
  • Criadas: Defred, la protagonista de la historia, forma parte de este grupo. Su único valor es ser fecundadas por los comandantes y dar a luz. Ni siquiera se encargan del cuidado de los hijos que tienen.
  • Marthas: son las encargadas de las tareas de limpieza, cocina y demás actividades del hogar. 
  • Doncellas: se tratan de aquellas criadas que han logrado concebir. Su función es gestar a los hijos en su vientre hasta que den a luz, pero por el simple hecho de haber conseguido algo tan complejo como la natalidad en dichos tiempos, ya están un escalón por encima.
  • Esposas: son las cuidadoras de los hijos y el máximo eslabón de la cadena. Sin poder hacerlo en realidad, son las únicas que pueden interactuar con su hombre con libertad.

La historia contada desde el punto de vista de una criada


Como su propio nombre indica, El cuento de la criada está narrada por una de las mujeres que pertenecen a este estrato social: Defred.
El nombre es uno de los elementos clave que hay que analizar al hablar de esta historia, pues ni siquiera las criadas disponen de uno propio. Este derecho lo perdieron también con la revolución política.
Defred significa De-Fred. Es decir, indica el nombre del comandante que la posee, Fred en este caso, y la preposición de que indica que es un objeto de esta persona (en la versión inglesa se llama Offred: Of Fred, manteniéndose la misma estructura).
A partir de su narración de los hechos en primera persona comprobamos la pérdida de individualismo y derechos de estas mujeres. No hay mejor ejemplo de ello de que cuando una de ellas es sustituida ni siquiera se varía el nombre, sino que cada cual ocupa el lugar de la anterior.
Del resto de los derechos no hace falta ni hablar. No tienen posesiones, no tienen dinero y ni siquiera cuentan con la posibilidad de salir al exterior del hogar al que pertenecen más allá de cuando sea necesario algún recado.
No solo eso, sino que en El cuento de la criada han sido privadas también de su apariencia física y de cualquier control o derecho sobre su cuerpo. Siempre tienen que caminar con un vestido rojo que representa la fertilidad. No pueden escoger qué comer y su única función es mantener relaciones sexuales con su comandante con el objetivo de procrear en una ceremonia muy violenta.
Las esposas están presentes mientras los comandantes fecundan a las criadas. Durante este proceso, estas las sujetan de las manos y vigilan que no haya ningún tipo de placer o conexión más allá de lo estrictamente carnal. No puede haber sentimientos. Es un acto mecánico, como cualquier otra necesidad fisiológica.

Una revolución latente


Como en toda distopía, por debajo de esta capa superficial de una sociedad dormida, marchita, e incluso conforme con lo que se está viviendo, se está gestando una revolución liderada por mujeres.
Desde el primer momento se nos ofrecen pistas sobre ello, pero tiene que pasar el tiempo hasta que somos conscientes de lo que está sucediendo bajo la palabra clave Mayday
Defred se verá inmiscuida casi por casualidad, al mismo tiempo que se convertirá en una pieza clave al construir una amistad con su comandante.

Una historia contada con flashbacks


Uno de los aspectos que más me ha gustado de la historia es la forma en la que está contada. Defred nos muestra su realidad a través de sus ojos y en sus palabras se mezclan constantemente momentos del presente y del pasado, desordenados, que el lector tendrá que ir encajando para entender todo el contexto de la historia.
Es un elemento muy importante. La construcción del régimen y de la nueva realidad es clave, pero también lo es el conocer cómo hemos alcanzado esta situación.
Se nos mostrará cómo la vida era normal al principio. No había pistas de que algo así se pudiera producir. Se vivía en paz. Pero El cuento de la criada nos enseña que no tenemos que dar por sentado nada nunca y cómo en un segundo puedes estar disfrutando de tu marido y tu hijo y en el siguiente tratando de huir.

La importancia de la noche en El cuento de la criada



La noche es esencial en la historia. La obra está separada en varias partes, y es el final del día el que ocupa la mayor parte de los títulos.
La noche es el único momento en el que las criadas tienen libertad para pensar y reflexionar. No hay tantas tareas que realizar y no hay nadie que les esté vigilando, pues la mente todavía no se puede leer. Es su instante para recordar el pasado, para acariciarlo y pensar que todavía puede haber esperanza.
Y donde hay esperanza hay espacio para la revolución. Por las noches los susurros resuenan en el silencio, las pisadas caminan…  y todo puede cambiar.

Los colores, el simbolismo y su significado


Como en todo régimen autoritario, el poder y los cimientos del gobierno se construyen a partir de una simbología muy fuerte. 
En el caso de Gilead, se valen sobre todo de los colores. Un ejemplo claro son las criadas. Siempre vestidas de rojo representando su fertilidad, su función y su única misión en esta vida. De esta forma, los que les ven desde fuera lo reconocen rápido, pero ellas mismas tienen un recordatorio constante de la razón por la que viven.
No hay libertad si en todo momento te recuerdan que no eres libre.

La prohibición de la literatura y la escritura


En todas las distopías, la literatura y la escritura están consideradas como dos de los elementos más peligrosos para el poder, y en El cuento de la criada no iba a ser menos, sobre todo en el caso de las criadas (aunque en el resto de las mujeres también se deja caer).
Tienen prohibido leer y escribir. Esta generación todavía lo conoce debido a sus estudios, pero las venideras ni siquiera recibirán dicha formación. No es necesario para un colectivo que solo tiene que concebir.
La literatura está considerada una arma de revolución, como una reminiscencia de un pasado que no quieren que se conozca, como un instrumento que no bombardea con consignas y la información que el poder quiere, sino que permite ser reposado y reflexionado a gusto del consumidor.
Con la escritura encontramos algo parecido. Se trata de una herramienta que permite llevar información a otros lugares sin control, que permitiría dejar un legado con todo lo que ocurre en dichas fronteras o simplemente una forma de comunicación entre los habitantes del lugar que no serían tan fácilmente rastreada.

La guerra y el miedo como instrumento de poder


En El cuento de la criada se muestra una situación que no es distópica, sino que en el mundo real la podemos apreciar constantemente: el uso de la guerra y el miedo como instrumento de poder y manipulación social.
Todas las dictaduras están construidas sobre una idea. Se escoge un enemigo, se le culpa de todo y se mueve la ira de los ciudadanos contra él. Si todos estamos enfadados contra el mismo es más difícil que se vuelque contra nosotros y si canalizamos la rabia lejos, no va a repercutirnos al final. No hace falta estar en una dictadura para apreciarlo, en realidad.
Lo vimos en 1984 o en Fahrenheit 451 y lo seguimos viendo en nuestro día a día. Los políticos se gritan constantemente remitiendo las culpas de todo a las otras partes, alzan a sus masas con consignas que buscan que toda la responsabilidad caiga siempre en la otra parte. Es algo muy habitual.
El mundo del poder se ha valido siempre de la manipulación y el miedo, y en esa ecuación la guerra ha sido con habitualidad una base sobre la que construirse. Podemos vivir mal dentro de unas fronteras, pero ojo, que vienen los malos y tenemos que unirnos ahora para enfrentarnos a ellos. Ya después valoraremos la situación interna… y normalmente la externa se expande en el tiempo tanto como le haga falta al poder. 
Quizás 1984 de George Orwell sea mejor ejemplo que El cuento de la criada por la forma en la que se cuenta, pero aquí nos dejan varias pistas del poder valiéndose de ello.

El cuento de la criada me ha dejado roto


En esta reseña no he hablado demasiado de mi opinión como de la estructura de la novela. Se trata de una obra que se merecía un análisis muy exhaustivo y en ello no quería mezclarme a mí hablando, pues podía destruir el mensaje que manda El cuento de la criada.
Sin embargo, ahora que llegamos al final tengo que decir que la historia me ha dejado frío. Pero no porque no me haya gustado o porque haya faltado algo para convencerme, sino que me ha hecho padecer terror de un futuro al que podríamos dirigirnos.
No sé si os pasará a vosotros, pero ya cada vez que leo distopías de este calibre me vuelvo paranoico (o consciente) ante cada declaración política que escucho. Veo y busco mentiras, manipulaciones y contradicciones en sus palabras.
El cuento de la criada es un libro que todos deberíamos leer para que nos sirviera como advertencia de hacia dónde no tenemos que caminar. Se trata de una oda al feminismo y a la lucha de la mujer en una batalla que es cada vez más necesaria por mucho que algunos se empeñen en deslegitimarla, ocultarla o burlarse de ella. Yo sé que ganarán.
Carmelo Beltrán@CarBel1994