Por Pablo Santiago Jarrín Valladares
(Publicado originalmente en diario El Comercio, sección Cartas de lectores, Quito, el 11 de julio de 2018)
Margaret Atwood elabora en esta obra una ficción especulativa con la única regla de jamás inventar nada que no haya ya sucedido en la historia humana. La novela hace referencia a los horrores del poder cuando éste no es controlado.
Con alusiones al totalitarismo, quema de libros (Alemania Nazi), esclavitud, poligamia, persecución religiosa (Afganistán), ejecución de grupos (el genocidio en Ruanda), robo de niños (la dictadura en Argentina), reproducción forzada (la Rumania de Ceaucescu), entre otros espantos, Atwood inventa un mundo, que, aunque ficticio, nos recuerda a todos los aspectos más oscuros de la historia; porque todo eso sucedió o sucede en algún lugar del mundo.
Pero, sobre todo, la novela nos advierte que los órdenes establecidos pueden cambiar en una noche y que, recordando a Goya, “el sueño de la razón produce monstruos.”