no quedan princesas como las de antes, de las de cuento de toda la vida. Guapas, inocentes e ingenuas como ellas solas. Pardillas sufridoras de mil sinsabores, enamoradizas de robustos y galantes príncipes salvadores a capa y espada, si ha menester, del honor y bienestar de la susodicha; rematado todo ello con bello, casto y largo beso final entre la alegría y alborozo de su pueblo y con un no menos prometedor futuro pleno de alegrías, palacios y, claro está, de perdices que se han de zampar para ser feliz junto al real chulazo No, de esas... ni la sombra. Ahora las princesas viven del cuento.
Tenemos una de auténtica sangre azul que, aunque sí es princesa, en realidad no lo es, sino que lo que es es Infanta. (Joer qué jaleo con el 'es'). Doña Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad, más conocida como Cristina de Borbón y Grecia, contrajo nupcias con un fornido, guapete y deportista mocetón de carnes pretas, fibrosas y terso culo.
Corona de chorizos (Argote-D.A.)
Alto, rubio, de ojos azules, guapetón, boca con todos sus dientes y de buena familia (o al menos eso nos contaron) parecía el 'caballero' idóneo que todo Rey que se precie quisiera para su hija amada a falta de un buen príncipe heredero que llevarse al catre. Pero hete aquí que el fulano rubiales y quizá siguiendo la tradición paterna (según rumorean las viperinas lenguas) resultó ser un baranda de armas tomar, ávido de riquezas fáciles y sin escrúpulos a la hora del timo y latrocinio más burdo. Enterado el real padre de la chica de los tejemajes del yernísimo, desterrole del ámbito de la Corte (aquí no sabemos a ciencia cierta si por limpiar el honor monárquico o porque no le hiciera sombra en sus propios negocios) y no existiendo ya galeras lo mandó disimuladamente a Washington.Viñeta de Argote en el Diario de Álava
La hija del monarca, osea, la princesa, es decir, la Infanta, a la postre, la esposa del canallesco rufián, enamorada hasta las trancas (y de la tranca del mencionado), parece ser no sólo le acompañó en el periplo de las Américas, sino que además, y haciendo bueno el dicho ese de que 'dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma condición', participó activa, conjuntamente y con pleno conocimiento en las andadas de su Iñaki del alma. Al menos, eso es lo que se pretende averiguar (o no) imputándola en el caso Nóos. Ya veremos en qué termina el cuento, que esa es otra. En éste hay mucho cuentista, mucho Alíbabá de alta alcurnia y muchos más de 40 ladrones.Otra que anda con disgustos a vueltas es la muy mal llamada y apelada 'Princesa del Pueblo'. Belén Esteban Menéndez (a secas) y que en realidad para nada es princesa ni se le aproxima. Basta cual lija del 18, maleducada, prepotente, barriobajera, poligonera y otras lindezas (¿se nota que me cae mal?) se hizo famosilla, como decía aquél, simplemente por tocarle la chorra a un torero. En este caso o cuento, el supuesto caballero ni la salvó ni la esposó. Tan solo la preñó y santas pascuas. Viendo el doncel lo que se le venía encima (buena es la tiparraca) la despachó con cajas destempladas y con la hija, la Andreíta. Aquí la burra fue lista (no se puede negar) y en una España que mal que nos duela, sigue siendo en muchos casos de pandereta, encontró el chollo y forraje de su vida aireando los trapos sucios de su corta relación con el de Ubrique y poniéndo en solfa tanto a él (cortíco de luces) como a toda su familia (también nada sobrada en dedos de frente). Durante más de una década la tipeja ésta se ha lucrado hasta lo indecible (es que manda huevos) saliendo en televisión con un discurso zafio, hartamente reiterativo y vendiendo hasta la saciedad su vida (fíjate tú!) y la de su hija.
Lo que les digo, ¡hay que ver cómo ha cambiado el cuento!. Colorín colorado....
(Caricaturas de este Post extraídas y manipuladas de 'Imágenes Google' y de la Tira de Argote en el Diario de Álava)