El Cuerpo

Publicado el 31 diciembre 2012 por Josep2010

Está claro que ni los ejecutivos españoles de la distribuidora Sony (esos que se cuidan de quitar los vídeos de youtube, esos, sí) ni los ejecutivos de las cadenas de televisión Antena 3, TV3, Canal + España, ni los mandamases del ICO, ni de otros organismos públicos subvencionadores, ni siquiera tampoco Oriol Paulo ni su buena amiga y compañera de fatigas televisivas Lara Sendim ni ninguno de los ¡seis! productores ejecutivos, se preocuparon en absoluto cuando seguramente algún pepito grillo del último escalafón les advirtió que resultaba más original usar por ejemplo "Misterio en la morgue" que acudir a un título tan gastado como El cuerpo porque debieron pensar, ¡ay! que con su película alcanzarían el renombre necesario para hacer olvidar a los cinéfilos y también a la gente normal que ya existe una película titulada El cuerpo (1974) en la que participa Zeudi Araya Cristaldi (última esposa del productor Franco Cristaldi, en cuyo lecho sucedió nada menos que a Claudia Cardinale) y que, además, "El cuerpo" fue el apodo con que se conoció desde 1969 a la actriz Raquel Welch convertida en mito erótico en la década de los setenta, dándose la curiosidad que con el mismo apodo se conoció a una modelo australiana Elle Macpherson (lo cual da fe de la escasa originalidad de los periodistas de la prensa amarilla y del corazón) que hizo alguna incursión nefanda en el cine, sin mencionar que incluso nuestro afamado Antonio Banderas también protagonizó, ya en este siglo, una película con idéntico título.
Es decir, que ya desde el inicio, la originalidad no es una meta a conseguir por toda esa gente apiñada en torno a unas buenas fuentes de dinero y cabe suponer que hay un interés artístico en la propuesta más allá del negocio que algunos vean y una vez asimilada la creada por Oriol Paulo en este su primer largometraje que ví en estreno la semana pasada resulta evidente que Paulo, que se ha bregado como guionista de televisión, tiene más madera de cineasta que de guionista porque El cuerpo es una película en la que una muy buena idea acaba desarrollada a base de triquiñuelas produciendo en el espectador la sensación de engaño que rebaja ostensiblemente lo que hubiera podido ser un notable ejercicio de cine de intriga y con un poco de cuidado en la formulación de la propuesta incluso entrando de lleno en el cine negro, aquel que entorno a un hecho delictivo explora las miserias humanas de toda clase y condición.
Hallamos en El cuerpo una serie de elementos -no los citaré todos, porque desvelar una pizca de más sería lesivo en exceso- que aparecen en los grandes clásicos: una mujer adinerada y poderosa, consciente de su poder, contrae matrimonio con un hombre apuesto, más joven que ella, que acaba por enredarse con una jovencita y locamente enamorado en su infidelidad, decide, ya que firmó un contrato prenupcial que le dejaría sin nada en caso de divorcio, conseguir la ansiada libertad por el método rápido: lo malo es cuando el cadáver de la esposa, El cuerpo, desaparece de la morgue. Y entonces interviene un policía veterano, un viudo que no ha acabado de asimilar la pérdida de su esposa en un trágico accidente del que él sobrevivió, habiendo caído en manos de drogas oficiales y no tanto, que sospecha del marido joven y liberado descargando sobre el sospechoso su impotente ira.
Hay pues elementos de intriga pero también personales con detalles psicológicos de cada personaje que enriquecen la trama y nos alejan del mero ejercicio policial, presentados en forma de recuerdos de forma intermitente con alguna que otra imagen entremezclada que da la sensación de ser fruto de los desvaríos que causa la situación y el lugar, una morgue de la que el guardián nocturno huye despavorido ignorándose el porqué hasta la resolución de la trama, un poco precipitada y tramposilla cerrando un círculo que tiene más apariencia de óvalo que otra cosa, como si fuera fruto de nocturnas discusiones entre ambos dos guionistas que cuidan detalles insignificantes como una matrícula de coche pero pasan por encima de otras cuestiones que al fin y al cabo de todo uno percibe como forzadas y carentes, como mínimo de coherencia y explicación.
La forma de rodar de Paulo es práctica y efectiva sin alardes: sirve a la trama incluso en los momentos en que la irrealidad se hace patente y dosifica el ritmo y sitúa algún que otro momento de suspense (hubo algún grito femenino en la sala) adecuadamente en una mezcla de géneros que quizás por ello no acaba de cuajar con la fuerza que podría.
Otro elemento que juega en contra del conjunto es el ingeniero de sonido que se dedica a tapar los diálogos con la música, una composición por otra parte nada relevante, como queriendo disimular con la dificultad el hecho que, salvo José Coronado, Belén Rueda y Cristina Plazas a los intérpretes se les entiende con dificultad porque ya no es que no sepan declamar -que no saben- sino que por momentos tampoco se les entiende y desde luego con la tabarra musical omnipresente flaco favor se les hace. Aquello de que en el cine la música sirve para acentuar parece que algunos no lo estudiaron: tapar diálogos trae como resultado la conversión de la melodía en franca molestia.
En definitiva, una película española que podría pasar por ser de cualquier otra nacionalidad, muy en la línea del cine actual que tan sólo ocasionalmente cuida como se debe el guión literario; para ser una ópera prima no es nada desdeñable y esperemos que en la siguiente ocasión Oriol Paulo adopte la autoridad que debería acompañar siempre al director como máximo responsable y, ya que ha estado años escribiendo guiones, se ponga a retocar y mejorar lo que le presenten y, sobre todo, sobre todo, ejerza su responsabilidad con fuerza sobre esos técnicos de sonido que parecen poco atentos a su trabajo.
Ya que anda por en medio la distribuidora Sony, vamos a esconder un poco los vídeos que se pueden hallar haciendo click
Tráiler  
Vídeo promocional (falso "cómo se hizo")
¡Feliz Año Nuevo!