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Corrían las dos y media de la madrugada cuando me disponía a dormir. El fuego de la chimenea crepitaba furioso luchando por calentar mi gélida alcoba en una noche de tormenta tan desasosegada como aquella.Después de alimentar debidamente la lumbre para impedir que se apagara en las próximas horas, me arrodillé a los pies de la cama dispuesto a comenzar mi oración nocturna, pero unos golpes insistentes en la puerta me alertaron y me asusté. Aquella noche recibí la visita de un hombre cuya cara me era algo familiar, pero a resultas del susto no pude identificarla en mi memoria. - ¿Qué desea?El hombre de aspecto funesto que tenía ante mí, me dirigió una mirada de preocupación. Su cuerpo estaba pálido, y sobre él resbalaba incansablemente el agua de la lluvia. - Padre, debe ir a darle la extremaunción a mi esposa, creo que su vida se apaga. Nuestra casa está siguiendo este sendero, a una legua de aquí. - Espere aquí, un momento-. Entré en casa y lo más rápido que pude dispuse todo lo necesario, después salí al exterior dispuesto a seguir al hombre hasta su casa, pero el hombre había desaparecido. Me encogí de hombros y me puse en camino a paso ligero siguiendo el sendero.Mientras atravesaba el oscuro bosque armado con un paraguas y una gabardina, recordé que a ese hombre lo había visto hacía algunos años saliendo de una humilde cabaña cercana a la mía, por ello supuse que la mujer a la que se refería era, sin duda, a la señora Marni. El ambiente era terrorífico, en la lejanía se podía percibir claramente el aullido de los lobos que rompía el silencio de la noche, de pronto, en el camino, un obstáculo imprevisto me hizo tropezar precipitándome violentamente al suelo. La lluvia se intensificó furiosamente sobre el bosque solitario, mientras me reponía del golpe y tanteaba con las manos el espacio intentando identificar el obstáculo que me había hecho caer, un rayo iluminó fugazmente el cuerpo paralizado de la señora Marni. Me alejé de él movido por el horror, pero después de reponerme del susto, puede observar detenidamente que la mujer llevaba puesto un vestido rojo, raído y mojado a causa de la lluvia y una estola negra medio resbalada sobre los hombros. El cuerpo se hallaba tendido bocabajo, su brazo derecho se hallaba extendido y sus manos agarrotadas. Cogí el cuerpo con cuidado y regresé a mi cabaña, allí lo tendí sobre la cama. Al tocarlo me di cuenta de que todavía estaba caliente, pero al tomarle el pulso, todas mis esperanzas se vieron desvanecidas, comprobé que estaba muerta. Corrí apresuradamente a la cabaña en busca de su marido.La lluvia se había hecho más espesa que antes, por lo que ello dificultaba mi visibilidad, minutos después, con mucha dificultad, divisé una luz tenue que temblaba en la lejanía como queriendo apagarse, me dirigí hacia ella, subí las escaleras y llamé insistentemente a la vieja puerta. No parecía que hubiera nadie en aquella casa, toqué con empeño durante unos segundos, de pronto oí un crujido detrás de mí, me di la vuelta violentamente comido por el miedo, y vi a un hombrecillo de cara cadavérica que se acercaba a mí con el sombrero empapado entre las manos, miró hacia la casa y me preguntó: “¿A quién busca, padre?”, yo no entendía el tono tan siniestro con el que aquel hombrecillo me hablaba.-Vengo en busca del marido de la señora Marni. Ha ocurrido una desgracia-. El hombrecillo entornó los ojos y me dijo: - ¿El marido de la señora Marni?- Asentí. - El marido de la señora Marni me alertó hace unos minutos de que su mujer corría peligro de muerte y que necesitaba mi ayuda para cruzar al otro lado en paz con Dios. Me previno que viniera lo antes posible, pero incomprensiblemente la encontré en el bosque cuando ya era demasiado tarde. De pronto el hombrecillo se adelantó, abrió la puerta de la casa, que parecía estar a punto de derrumbarse y me invitó a entrar, ya una vez allí me dijo: - Padre, la muerte de la señora Marni se produjo hace dos años. Precisamente la encontraron en el bosque de la forma que decís. Su marido acabó con su vida quitándose después la suya propia a causa de una visita inesperada que le hizo enloquecer. Al escuchar estas estremecedoras palabras, salí corriendo presa del terror hacia mi casa, al llegar me acerqué a la cama dónde había recostado el cuerpo, pero, ¡no estaba!, había desaparecido, en un intento desesperado por gritar, miré hacia atrás y vi al hombrecillo del sombrero en la habitación mirándome sonriente con el vestido rojo en la mano, después desapareció para siempre. Yo caí al suelo enloquecido a causa de un terror exponencial.Ahora no se ni donde ni cuándo estoy.