El cuerpo que la maternidad ha transformado

Por Covadongamora

"El cuerpo más bellamente formado es aquel que la maternidad ha transformado", una frase hecha a partir de un original de Constancio Vigil, de la generosidad de compartir de Elvis Canino y la lucidez de Elena Mayorga (el original acababa la frase con "...ha deformado" y ella propuso este fantástico giro). ¿Y qué voy a decir respecto a esto como mujer, madre, esposa y amante? Pues que no puedo estar más de acuerdo.

Creo que son famosas las bellas fotografías de mujeres embarazadas, en las que la barriga y los pechos prominentes se consideran dignos de elogio, admiración y exhibición porque así lo es. Hay una gran belleza en la sola imagen de una mujer embarazada: la vida pura escondida a los ojos externos, visible en el cuerpo de la madre y sensible en el interior.
Pero, ¿y después?, ¿qué pasa después?, ¿conocemos fotos similares en el puerperio?, ¿nos mostramos con la misma naturalidad ante los ojos de desconocidos?... Poco a poco son más frecuentes las imágenes de mujeres dando el pecho con total normalidad, cosa que es maravillosa y que encierra también mucho sentimiento. Pero, ¿y del resto del cuerpo? ¿nos sentimos igual de orgullosas de mostrar cómo ha quedado nuestro cuerpo tras dar a luz?
Es cierto, al menos desde mi experiencia personal, que el cuerpo después de la maternidad cambia. Pero que haya un cambio no tiene por qué tener connotaciones negativas. Cambio significa que ha habido una modificación. Y yo me pregunto: ¿y cómo no lo va a haber?, ¿cómo nuestro cuerpo no va a sufrir pequeñas transformaciones después de haber albergado en su interior a otro ser?
Cambios que muestran que somos capaces de alimentar a nuestras crías, cambios que nos ayudan a recordar que hace poco tiempo nuestro bebé estaba aún en nuestro interior, cambios que nos indican que la vida se ha hecho paso a través de nuestro cuerpo, cambios que gritan a todo el mundo que somos madres y estamos criando, cambios que nos muestran otra belleza ligada a las diferentes etapas de la vida de la mujer.
Porque ahí en nuestros cuerpos, también queda grabada nuestra historia y la de nuestros hijos: en nuestras caderas se fija la madurez, en nuestros pechos se exhiben los embarazos y las lactancias, en nuestras barrigas se esconde el secreto de la vida que dimos gratuitamente, en nuestros úteros revivimos cada mes el encuentro con nuestro ciclo, en nuestros brazos se encuentran los arrullos que dimos, en nuestros ojos se graban los momentos,...
Está claro que en el puerperio inmediato el cambio aún es más patente. No tenemos al bebé en la barriga, pero hay una barriga. Una barriga que aún tiene líquido puesto que durante el embarazo hemos aumentado el volumen sanguíneo para albergar a nuestro bebé, una barriga que tiene reservas para el gran desgaste físico que suponen los primeros meses de vida de un recién nacido, una barriga que supone una reserva energética, una barriga que ha ido creciendo durante 9 meses y que no podemos pretender que de la noche a la mañana se esfume. Poco a poco, esa barriga irá desapareciendo de forma natural, y si no, siempre podremos cuidarnos y mimarnos: una alimentación sana y equilibrada, algún paseo, un poco de natación...
Al igual que el pecho, que durante el embarazo ya sufre una gran transformación escondiendo el regalo de la alimentación y del vínculo. Y es cierto, que a veces al inicio nos podemos sentir incómodas por las ingurgitaciones, porque "se nos sale la leche" en el momento menos indicado, porque tenemos que ir con discos protectores o porque se nos mancha la ropa. Pero, ¿acaso lo cambiaríamos por otra cosa cuando lo hemos disfrutado? Seguro que no.
Por otro lado, son increíbles las noticias de algunas famosas que a las pocas semanas de dar a luz lucen un cuerpo "de modelo", que han recuperado enseguida su talla "como si nada hubiese pasado". ¡Pero es que ha pasado! ¡Ha pasado lo más grande que le puede suceder como mujer! Entonces, ¿por qué queremos borrar esas huellas tan rápido, a toda costa...? No les tengo ninguna envidia, he disfrutado de la recuperación natural de mi cuerpo, a su tiempo, a su ritmo, sin dietas estrictas, sin malos hábitos para mi cuerpo. 
Y que conste, que no alabo el que no nos cuidemos, ni mucho menos. Lo que digo es que nos debemos mimar, dejarnos cuidar en el puerperio, recuperarnos física y emocionalmente de esos primeros meses tan intensos con un recién nacido a nuestro ritmos, realizar ejercicio si nos apetece pero no bajo las presiones sociales, hacer lo que nos haga sentir a gusto con nuestro cuerpo, ... pero que no cerremos los ojos a la realidad que nos ha sucedido.
Que aprendamos a disfrutar de esas nuevas curvas, de esas nuevas formas, de ese mismo cuerpo que refleja una nueva realidad, de esa nueva sensualidad que aporta la maternidad... Y que nos demos cuenta de nuestra belleza, de toda la belleza que poseemos en nuestro exterior y en nuestro interior, porque la tenemos. Que nos hemos transformado, puede que sí, pero que seguimos siendo bellas, también.
Seguimos siendo mujeres como antes de tener a nuestros bebés, pero con el paso de la maternidad a través de nuestros cuerpos y nuestras almas, con unas huellas también físicas que esconden mucho de nuestra historia. Y siempre teniendo presente que por ese cuerpo ha pasado la VIDA.