Muchas grandes películas de culto no lo son tanto por lo que son, sino por lo que pretenden ser o por lo que aportan a la cultura popular. Filmes como Blade Runner los conocemos desde que tenemos uso de razón y nadie parece tener malas palabras sobre ella. Pero luego hay quien decide echarle un vistazo por curiosidad y se encuentra con algo que no llena sus expectativas. Sin embargo, aunque tiene sus defectos, (y Ridley Scott se encarga de recordárnoslo cada tres años con un nuevo montaje y ¡tres segundos increíbles e inéditos que cambiarán el sentido de la película!) ha inspirado a generaciones de cineastas y artistas y lo seguirá haciendo incluso cuando su director se crucifique a sí mismo con la película del Monopoly. En ocasiones estos trabajos quedan distorsionados y cuesta mucho verlos sin prejuicios. La película que nos ocupa es uno de esos casos, mítica tanto por su contenido como por la historia de su protagonista.
Si existe una familia de la que se puede decir que lo ha dado todo en el mundo del cine, seguramente se trate de la familia Lee. El rey de las artes marciales y su hijo no fueron los mejores actores del mundo, pero sí tuvieron la desgracia de morir jóvenes y en circunstancias poco claras, con lo que ganaron una inmortalidad que de otra forma quizá no hubieran logrado. Además, dejaron a medias algunos trabajos que hicieron que sus productores se comiesen la cabeza para sacar aquel material adelante, quizá con respeto y algo de morboso ánimo de lucro.
La película póstuma de Bruce Lee, donde llegaron a mostrar imágenes reales de su cadáver, se titula ‘Juego con la muerte’. La de su hijo Brandon, ‘El Cuervo’.
En la década de los ochenta, un tipo llamado James O’Barr sufrió la pérdida de su prometida atropellada por un conductor borracho. Este hecho le impulsó a escribir una novela gráfica en blanco y negro acerca de una pareja asesinada poco antes de casarse. El resultado fue un cómic brutal y nada fácil de leer, donde las viñetas se agrupan de forma desordenada y unas cuantas imágenes muy limpias y de trazos finos dejan paso a litros y litros de tinta china. En otras circunstancias no habría pasado de ser un cómic cualquiera si no hubiera sido por la particular visión del mundo de O‘Barr, con esos cambios de humor y arrebatos de brutalidad, pero todo eso hizo que ‘El Cuervo’ tuviera las suficientes papeletas para que en 1993 (qué tiempos aquellos) se decidiera adaptarla al cine.
Como siempre se barajaron varios actores para dar vida al rockero Eric Draven, resucitado de entre los muertos y con muy mal carácter, entre los que figuraba gente como River Phoenix o Christian Slater. Brandon Lee, un chico que hasta entonces sólo hacía películas chinas de artes marciales, fue descartado casi al principio. Sin embargo sus ganas de obtener el papel le llevaron a adquirir el cómic y tratar de parecerse lo máximo posible al personaje de O’Barr, y ya que Phoenix tenía demasiadas exigencias como para pagarlas, decidieron darle la oportunidad al hijo de Bruce Lee.
Así que llegó el rodaje bajo las órdenes de Alex Proyas (Yo, robot, Dark City), un film barato donde sucedieron muchos accidentes e irregularidades, la mayoría de ellos porque el personal era inexperto. Se optó por grabar todas las escenas de noche, Brandon apenas dormía y hacía frente a retos físicos como caminar sin camisa ni zapatos bajo agua mezclada con productos especiales para evitar que se congelara. Las ganas de realizar el mejor trabajo posible quedaban explicadas porque estaba en juego su futuro y había planeado casarse pocas semanas después. En una de sus últimas entrevistas se alegraba de que la gente dejara ya de llamarle “El hijo de Bruce Lee”, algo de lo que llevaba intentando librarse toda su vida, porque él no quería ser actor de artes marciales (que se tiró diez años sin practicar), sino un actor serio. Las clases de arte dramático y todos sus esfuerzos por desmarcarse de la figura paterna quedarían truncados porque el 31 de Marzo de 1993, una bala del calibre 44 le atravesaba el estómago poniendo fin a su vida, todo, frente a las cámaras.
Cuando Raymond Chow, productor de Bruce Lee, reanudó ‘Juego con la muerte’ introdujo innumerables cambios en el metraje. El mayor de ellos, fingir que todo lo que tenían no era más que un rodaje de cine de una gran estrella, y ver cómo una banda de mafiosos cambiaba las balas de fogueo del rodaje por unas reales que le desfiguraban la cara y le obligaban a hacerse la cirugía estética. Lo irónico es que lo mismo, pero real, fue lo que causó la muerte de Brandon, otorgándole a todo un aspecto de mala trampa de guión que fue el origen de “La maldición de los Lee”, donde mafias, asiáticos que no veían con buenos ojos que se enseñase artes marciales a occidentales, lesiones, estrategias de marketing un poquitín cabronas, profecías y suicidios rocambolescos justificaban las muertes de ambas personas.
Sin embargo todo es mucho más prosaico y aterrador que lo que puedes encontrar en los foros de fanáticos en la red, un monstruoso escenario donde se coloca a un inexperto en balística a manejar armas y munición.
El arma que acabó con la vida de Brandon fue un revólver del 44, para que os hagáis una idea, el arma de Clint Eastwood en Harry el sucio. En ese tipo de armas pueden verse las balas dentro del tambor cuando se enfocan en primer plano. Esa (y otras mucho más sensatas) son las razones de que para los rodajes se utilicen balas sin pólvora, cascarones vacíos incapaces de dispararse.
El problema es que cuando queremos simular los disparos, tenemos que extraer las balas falsas y cambiarlas por cartuchos de pólvora que hacen ¡Pum! Y lanzan un humillo inofensivo. Algo sencillo pero que requiere a personal especializado que no había en el momento del rodaje, alguien que se dé cuenta de que una de las balas se ha partido y la punta metálica (el proyectil en sí) ha quedado alojado dentro del cañón. En el set de ‘El Cuervo’ no se cumplió ninguna de estas reglas, así que cuando se fue a rodar la escena (en la que Brandon tenía que estar de rodillas frente al arma) la punta salió despedida y se quedó clavada contra su columna vertebral, provocándole la muerte de forma irremediable.
No hay duda de que el fallecimiento impulsó el estatus de ‘culto’ de esta película, estrenada en 1994 y con remiendos para completar los pocos huecos que dejó Brandon. En la mayoría de los casos se usaron dobles de espaldas a la cámara o planos subjetivos, de modo que “veíamos” lo mismo que el personaje y así no necesitábamos un primer plano. También se usaron descartes y en dos ocasiones se tuvo que recurrir a la informática para recrear al actor. Una de ellas en un genial plano con la música de The Cure de fondo…
… y otro mucho más complicado, fragmentando su rostro para representarlo sobre un espejo roto.
Las leyendas urbanas también afirman que la fatídica escena donde Brandon fue tiroteado se incluyó en el montaje final, pero el director asegura que él mismo quemó el negativo. Detalle que no tuvieron en consideración los productores de Bruce Lee, los muy buitres. Brandon se quedó así a las puertas del matrimonio y del éxito, y sus papeles en películas como Mortal Kombat, donde interpretaría a Johny Cage, un actor de artes marciales acusado de ser un fraude (curioso, ¿no?), o de Neo en una primigenia versión de lo que algún día llamaríamos Matrix, tuvieron que recaer en otro actor. Curiosamente, Anne Rice quería a Brandon como Lestat, en ‘Entrevista con el vampiro’, que finalmente hizo Tom Cruise, y River Phoenix también falleció ese año dejando inconclusa la película Dark Blood, que no pudo ser terminada con un procedimiento similar al de Brandon. Phoenix también iba a unirse a ‘Entrevista con el Vampiro’ en el papel del entrevistador.
El resultado final es una película propia de principios de los noventa con potente música rock y una fotografía oscura copiada hasta la saciedad en secuelas (mediocres y bizarras) y personas pertenecientes a las tribus góticas de todo el mundo. Un personaje arquetípico, el chico que sufre por la pérdida de una mujer hermosa, al que Brandon otorga una conexión con el espectador que no consigue su versión en viñetas. Se estrenó en el momento en que los noventa empezaban esa escalada implacable por la conquista del ordenador, así que en las dos o tres escenas en las que se usan, aparte de las ya mencionadas, existen para dar un toque de cómic al fotograma, con resultados que a mí me parecen más satisfactorios que ‘The Spirit’ (buff, es que esa…).
Se trata de una obra que bebe directamente del poema de Edgar Allan Poe pero bajo un prisma muy diferente. Si Poe nos muestra elegancia y la tragedia exageradamente descrita de un hombre acosado por recuerdos a causa de un cuervo, Proyas huye del romanticismo y nos muestra una sociedad mucho más brutal, sucia y primigenia, la del Detroit de finales del siglo XX, un mundo de radiocasettes, sexo prematrimonial, tiendas de empeño, coches a gasolina y heroína en jeringuillas, y la lucha de algunas personas por encontrar un pequeño paraíso o foco de esperanza en todo ese infierno. Un mundo de perdedores, no tan brutal como el cómic pero tremendamente atractivo, plagado de frases legendarias y morbosas que hacen alusión al amor eterno y la muerte, una obra que merece la pena ver, (como hago yo, una y otra y otra vez) y disfrutar de un chico joven que se esforzaba al máximo por algo que le gustaba y que nos dejó una gran interpretación.
Hollywood ha anunciado un remake, reboot o una mezcla de ambos visto el éxito de El Caballero Oscuro, sumado a la tragedia de Heath Ledger y a las similitudes físicas de los personajes de ambos. En youtube existen miles de videos en donde les comparan, así que haceros una idea de que dentro de poco tendremos una nueva saga de vengadores, “asesinos de asesinos”, llenos de ordenador y con la esperanza de repetir en éxito (esto es, en caja) de las producciones anteriores. A buen seguro que no podrán igualar lo que en última instancia les hizo grandes, las interpretaciones de quienes trabajaron en ellas, y que tanta revisitación sin sentido lo único que hará será reafirmar la calidad del producto original.
Para leer la ficha de la película, pulsa aquí.