El cuesco del descreído (un suceso cierto)

Publicado el 10 noviembre 2010 por Pepemantero

Cuentan de Don Juan Tardío, párroco de Almonaster la Real (Huelva) en el siglo pasado, que le llamaron con cierta urgencia para dar la extremaunción a un viejo descreído. El buen  hombre (el cura no, el otro), al parecer era asaz reticente a todo lo que tuviera que ver con religiones, curas, iglesias… De manera que un familiar aprovechó su aparente inconsciencia de los últimos momentos para endiñarle el santolio, a traición y con más que evidente alevosía.

Así pues, se personó el cura Tardío en casa del futuro difunto, revestido de sobrepelliz y estola; le llevaron al cuarto del yacente; como viera que no estaba la cosa para ingestión de Su Divina Majestad, aprestó don Juan el oleum infirmorum y comenzó la ceremonia untando al perjudicado en los ojos:

Per istam sanctam unctionem et suam piissimam misericordiam, indulgeat tibi Dominus quidquid per visum deliquisti. Amen. Traducción libre: ¡aceite para los ojos, por lo que pecaste con ellos!

Seguidamente, la misma fórmula en los oídos:

Per istam sanctam…

Luego, en la nariz (¡no es coña!):

Per istam

A todo esto, el agonizante abre los ojos y se cosca de la movida.

A continuación, el cura le unge los labios:

Per istam

El enfermo, con la mosca detrás de la oreja.

El cura, que va y le unge las manos:

Per istam

El yacente se va calentando.

Unción en los pies:

Per istam

Y héteme aquí que, cuando el cura se disponía a limpiarle los aliños con miga de pan (según costumbre), el buen descreído, harto de tanta peristam, alza como puede la pierna, descarga un cuesco de aquí te espero e, impostando la otrora recia voz, largó:

¡Ese, pa la perinta!


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