Ave María Purísima dijo el cura, salió del confesionario, agarró a Angélica del brazo y la llevó a la sacristía para allí tener una charla menos sacra y más directa. Luego de eso pasó un tiempo en que el cura no vio por la Iglesia a Angélica María; fue Carmela la chismosa del barrio quien apareció con la mala nueva. Angélica María había muerto; dicen que en el intento de un aborto practicado por una curandera de un pueblo vecino.
El cura pidió perdón a Dios por la parte de culpa que le pudo haber cabido en esta tragedia, y ya no volvió a ser el mismo. Dicen que el rostro de Angélica María se presentaba en cada jovencita que desde el templo miraba hacia el púlpito mientras predicaba sobre los evangelios y los mandamientos que prohíben ciertas prácticas humanas, que solo son buenas si un cura como él las bendice.
Tres años más tarde, el cura también emprendió su último viaje, y al cerrar sus ojos le pareció ver a Angélica María, que emergiendo de una potente luz blanca le extendía sus manos dándole a entender que había sido perdonado por su pecado de soberbia encubierta bajo una negra sotana.