La perspectiva de una futura estabilidad de los precios tampoco sería positiva. El “Plan Bicentenario”, por ejemplo, contempla tasas fijas hasta el quinto año del crédito; luego, las tasas varían hasta un máximo de entre el 14 y el 18 por ciento. Con precios frenados, la tasa se convertiría en usuraria.
Para financiar el plan se ha previsto la formación de un fondo específico que se constituirá con aportes del Estado y con las 1.900 hectáreas de tierras fiscales destinadas al plan, cuya valuación se desconoce. Este fondo podrá engrosarse con un bono de deuda, cuya tasa -dice El Cronista (18/6)-será baja al comienzo, pero después “llegará al 15 ó 16 por ciento”, cuando termine el lustro de “tasa fija”, más un rendimiento adicional “enganchado al rendimiento del fideicomiso” (ídem). El mismo diario señala, por ese motivo, que se busca “replicar el modelo del cupón PBI para atraer inversores”. Esta incentivación saldría de la venta de las tierras públicas asignadas al plan. Eso planteó Rivadavia, en 1825. Entre el liberalismo y los “nac & pop” existe la misma diferencia que entre la ropa de invierno y la de verano.
Quien también puso de manifiesto la plusvalía que se espera del remate de terrenos fiscales es el editorialista económico de Página/12, Raúl Delatorre. Subrayó que los bonos del plan de viviendas podrán ser adquiridos “por inversores privados así como por la Anses” (16/6). El periodista K se guarda que si la inflación pulveriza el plan de créditos, la única adquirente de los bonos será la Anses -la que saldrá también al rescate de los inversores privados, si fuera necesario.
El plan doble K es una estafa financiera.