El gran cambio de paradigma que hay que proponer es el postulado de poner la sostenibilidad de la vida en el centro del sistema-mundo Capitalista contra el “daño moral” que causa al destruir la confianza, la capacidad empática y de amar, su ataque a muchas formas y proyectos de vida. Todo esto a modo de resistencia ante la injusticia y la desigualdad que genera la flecha de expansión Capitalista del crecimiento por el crecimiento sin límite en el que nosotros somos meros instrumentos.Ante las relaciones interpersonales que se hacen ásperas, desafectas o hipócritas, se propone centrar las relaciones económicas en el bienestar del individuo y de la sociedad, en su capacidad de amar y de generar confianza entre unos y otros. Se trata de que el cuidado complemente a la justicia como nueva ética no sólo femenina sino humana.
La ética del cuidado pretende recomponer este daño moral causado por el Capitalismo al guiarnos para actuar con cuidado en el mundo humano: prestando atención, escuchando, estando presente, respondiendo con integridad y respeto. Reconociendo la humanidad propia de cada uno , en una elección ética que no se puede coaccionar y que surge del diálogo, la educación y la atracción intrínseca, a pesar de cualquier circunstancia adversa o decisión difícil de llevar a cabo.
La Modernidad y el Capitalismo han creado las condiciones necesarias para llevar una vida emancipada, pero ésta constantemente se niega a sí misma el desarrollo de dichas condiciones. Los elementos necesarios de esta emancipación ya se encuentran entre nosotros. La revolución es un pequeño cambio que lo trastoca todo. Atreverse a vivir muchas vidas diferentes en una reinvención buscada es una salida plausible. Hay que tratar de alcanzar formas de experiencia más enriquecedoras que propicien un incremento de sentido, para conseguir vivir vidas no dañadas y no alienadas. Imaginarse no como élite directiva o héroes empresariales que tienen que demostrar su valía o superioridad, sino simplemente como hijos, padres, amigos o madres es tirar finalmente del freno de emergencia de nuestra vida, para intentar volver a ser otra cosa que nosotros hayamos decidido conscientemente.