El deber de reserva masónico

Publicado el 12 abril 2015 por Habitalia

La Masonería se dice depositaria de una Verdad Iluminadora y Redentora, la cual se mantiene, como es sabido, en cautelosa reserva de los Iniciado y no es accesible a Profanos. ¿Por qué tanto sigilo?

¿Acaso Jesús no dijo que "no se oculta una lámpara debajo del techo sino que se la coloca bien alto para que arda con fuerza a ilumine a todos los Hombres", y también que "no había nada oculto que no deba ser revelado"? Pero así como expresaba eso, asimismo explicaba las Verdades no directamente sino a través de Parábolas, agradeció a su Padre porque ocultó sus Misterios a los intelectuales y se los reveló a los sencillos, y advirtió que "no debía entregarse perlas a los cerdos".

Tanto para los masones cristianos como para los no cristianos se plantea una disyuntiva: revelar nuestras Enseñanzas y asuntos a personas que se supone pueden aprovechar, o mantenerlas a cubierto de los oídos indiscretos o no capacitados. En realidad, un adecuado balance de estas dos alternativas puede mostrarlas como complementarias. Un profano no tiene por qué conocer directamente las Doctrinas masónicas, pero podemos hacérselas conocer en forma indirecta, a través de nuestra personalidad y de nuestro ejemplo en el obrar. Hay también ciertas conductas que cualquier persona puede tomar como referencia de la masonería con provecho (el actuar solidario y tolerante, el deseo de perfeccionarse, la inquietud por los temas trascendentales, por ejemplo) sin que tenga que saber que son necesariamente masónicas.

El tema de la Obligación de Reserva está relacionado con el Deber de Discreción, que siempre ha sido una virtud preconizada desde muy antiguo en la Humanidad, y es una hermana legítima del Silencio, de la Sencillez y de la Prudencia.

De alguna manera es un ingrediente necesario de toda disciplina de perfección, y por ello no podría faltar en la masonería. Porque la discreción nos aparta del Mal, nos ayuda a gobernar nuestras palabras y a manejar mejor nuestra relación con los demás, nos hace dignos de la confianza ajena y nos permite un ambiente de tranquilidad interior donde atesorar y asimilar el aprendizaje de la vida. No debería sorprender la trascendencia que da la Orden a la virtud de la discreción, que nos es advertida en nuestra entrada a Pasos Perdidos cuando se nos dice que la Institución es una Asociación Discreta y se nos alecciona a ser discretos, lo que se reitera en la Ceremonia de Iniciación y se sostiene constantemente a lo largo del tiempo, y es que la obligación de discreción se va acentuando a medida que avanzamos en el Sendero de la Luz al ser los secretos cada vez más importantes. Hay que acumular fuerzas de reserva operacional y moral a medida que se penetra cada vez más profundo en el "Sancta Sanctorum" del Corazón, no perder energía con la revelación o demostración. Cada uno verá por sí mismo la verdad si quiere llegar y si necesidad de que se la expliquen.

Puntualizaremos enfáticamente que lo que se encuentra en los libros que por ahí se pueden comprar no posee ni una pequeñísima parte de la Riqueza de la Obediencia. Nadie es masón por leer mucho, y si no vive la Orden interiormente, no deja de ser un conocimiento teórico. Aparte, la experiencia interior masónica, por ser muy personal y profunda, es muy difícil de transmitir con palabras a terceros y es intransferible. Nadie es masón si no pasa por la transformación de la iniciación, y lo que asimila a través suyo es algo que se atesora en el Corazón. Nadie puede acceder a una emoción o sentimiento personal, lo que ya muestra que hay elementos que no se pueden revelar. Y ni que hablar que la masonería se asimila a través de la práctica de las sesiones o tenidas.

Las primeras doctrinas o asuntos masónico podrán parecer muy simples, pero sepan que se vuelven más complejas e inaccesibles a medida que se profundiza en la carrera y transcurso de los grados. Si no sabemos guardar los secretos sencillos, ¿qué discreción observaremos respecto a los más importantes, necesariamente más sustanciosos? Por otra parte, mientras más los reservemos, más puros los mantendremos.

Deberemos también cuidarnos de las personas que toman a mofa nuestras tradiciones, como también de aquellas a quienes nuestra condición de masón pueda despertarles animadversión o agresividad contra nosotros, a veces por ignorancia o natural intolerancia, para no vernos en una situación de debate o malestar que bien podríamos evitar, o para cuidarnos de que no nos vean como extravagantes, dejando que ante todo conozcan el valor de nuestra persona y la calidad de nuestras obras (ante todo somos hombres y luego masones. La Discreción nos salvará de muchas situaciones escabrosas. Rechacemos también el revelar nuestra condición de masón para darnos importancia ante amigos, conocidos o damas, porque no es un título honorífico sino un pesado deber.

La obligación de Reserva (no secreto, porque cualquier cuestión masónica puede ser alcanzada si uno se hace digno) nos impone también no revelar los conocimientos del grado a los de los estadios inferiores, y por supuesto frente a los profanos. Será mejor que ellos los conozcan por sí mismos y por voluntad propia sin necesidad de nuestra "interesante" transmisión.

Nadie que no haya calibrado correctamente el deber de discreción o reserva puede entrar en el Templo de los Iniciados. Sin perjuicio del retejamiento del Cub.: o Exp.:, o el ritual, cada uno debería hacer un examen de conciencia para determinar si aún entra al santuario con su recordatorio de reserva intacto. Ayudados por la virtud cardinal de la fortaleza anímica nos instruiremos en la obligación de ser discretos y de callar, la Cuarta Regla de Zoroastro, para hundirnos en la tierra donde germina el Espíritu nuevo y desde la cual se eleva el Templo sin las molestias y distorsiones de la vida profana y donde también son relegados los vicios, forjando un Alma Resplandeciente que será Luz por sí sola y que manifestará "seipsa loquens" a su debido momento.

La obligación de reserva masónica no consiste en no revelar los Simbolos o Ritos. Estos se encuentran en libros documentados al alcance de cualquier Profano. No nos hagamos "trampas al solitario", porque hoy toda persona puede conocer nuestras Tradiciones, que incluso se están transmitiendo por Internet.

Pero sin embargo, hay algo que debemos mantener en silencio, y que es el Sentido Profundo y la Vivencia que encierra el vivir la Aventura de la Masonería; eso sí es intransmisible e intransferible, y tal es la verdadera y arcana enseñanza que debemos preservar. Los simbolos y ritos son mero ropaje, ceremonial exterior, cáscara; al masón místico eso no le importa. En masonería no es lo que se ve o se conoce, sino lo que se aprende y se siente. Por más que se lea y conozca, nadie, incluso algunos HH.·., nunca entenderán nada. Jesús explicó clara y sencillamente las verdades, y muchos, por sabios y piadosos que hubieren sido, no comprendieron; él se dirigía a la multitud pero apuntaba a los que podían entenderle, por éllo predicaba con tranquilidad sin perder autoridad y sin bastardear los arcanos. En la masonería es igual, por tanto podemos considerar nuestros misterios a salvo.

Podrá leerse muchos libros, podrá conocerse nuestros usos y costumbres, nuestros signos y rituales, podrá ser o no masón, pero nuestros secretos se preservan solos frente a quienes no tienen mentalidad para comprenderlos. Lo que nos corresponde, en realidad, es no vilipendiarlos y no develarlos inútilmente. Guardémoslos para quienes sepan hacer buen uso de ellos.

QQ.: HH.:: la obligación de discreción o reserva no sólo está unida a una respetable y sabia forma de comportamiento sino que ayuda a preservar nuestras enseñanzas frente a quienes no están por diversos motivos aptos para comprenderlas con cabalidad. A su vez, nos disciplina a guardar los misterios que se profundizan no para ocultarlos, sino para conservar su pureza y asimilarlos con claridad. Cuidémonos antes y no nos engañemos; no sea que a través de la transmisión de nuestros misterios no se revele también nuestra vanagloria o nuestros errores, porque mayor será el mal que causaremos. No perdamos tiempo en entregar el rico patrimonio de nuestros secretos a quienes no les corresponde. Ser cauteloso es, pues, provecho. Recordemos a Fedro: "Los antiguos ocultaron a conciencia la verdad, para que el Sabio la reconociera y se engañara el ignorante" (Fabs. V,5).

Fuente: Masones en Lengua española (Facebook)