El declive del reino de hielo

Publicado el 28 abril 2014 por Datos Reales @datosreales1

“Esta dama hizo un viaje bastante interesante”. El investigador del Instituto Polar Noruego Benjamin Merkel enseña una animación en su ordenador ante un público inusualmente concurrido. En la pantalla un punto rojo que cambia del rojo al amarillo se mueve por un mapa del mar de Barents, la zona del Ártico situada al norte de Escandinavia. La audiencia es un equipo de WWF-Canon y estamos navegando por el archipiélago de Svalbard, en el extremo occidental del mar de Barents. Buscamos algo como lo que se mueve en la pantalla: osos polares.

La osa que muestra Benjamin se cruzó el pasado abril con el helicóptero del Instituto Polar Noruego en un fiordo de Svalbard. Los biólogos la sedaron desde el aire y la colocaron un collar con un transmisor por satélite. Aunque los osos de Svalbard forman parte de la población del mar de Barents (de unos 2.500 ejemplares y compartida con Rusia), muchos son locales y permanecen siempre en el archipiélago. Pero esta vez tuvieron premio: la osa pronto tomó rumbo este, avanzado hacia las islas rusas de la Tierra de Francisco José.

En la animación se ve cómo la falta de hielo le impidió alcanzar las islas, y siguiendo el borde del hielo acabó atrapada en otra isla rusa a 1.500 kilómetros de Svalbard. Sin éxito, intentó llegar al hielo varias veces. Al final del otoño volvió el hielo y pudo alcanzar la Tierra de Francisco José para entrar en un cubil, probablemente para dar a luz a sus cachorros: en total un viaje de 3.700 kilómetros.

“Antes, los osos tenían una superficie de hielo más o menos predecible para viajar, pero aquí vemos cómo los cambios en el hielo la obligaron a modificar sus movimientos. Por eso creemos que entró tan tarde en el cubil, a mediados de noviembre”, explica este joven investigador alemán.

Obtener esta valiosa información sería imposible sin el trabajo de los científicos del Instituto Polar Noruego a los que hemos acompañado estos días en Svalbard. Magnus Andersen y Jon Aars, los biólogos de campo, llevan más de una década recorriendo cuatro semanas al año los salvajes paisajes del archipiélago en busca de osos polares.

Son muchas horas de vuelo en condiciones nada fáciles, una tarea muy costosa pero imprescindible para comprender cómo está respondiendo esta majestuosa especie al rápido calentamiento del Ártico.