Desde hace más de 30 años, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ha estado dirigiendo los destinos de la Comunidad, sentando a cuatro presidentes en la mesa del Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía: Rafael Escudero, José Rodríguez de la Borbolla, Manuel Chaves y José Antonio Griñán. Ninguno de ellos ha tenido una salida del cargo de forma “voluntaria” y tranquila. Escudero dimite por diferencias con su propio partido acerca del tipo de autonomía que Andalucía podría alcanzar y las transferencias que debía asumir. De la Borbolla, que imprime un fuerte impulso al Gobierno autónomo, también se enfrenta al aparato de su partido, dominado por los “guerristas”, que finalmente lo desplazan de la secretaría general del PSOE de Andalucía. Y Chaves, que sustituye en el cartel electoral al anterior por decisión de Felipe González, es el político que más tiempo ha estado vistiendo el traje institucional de Presidente de Andalucía, nada menos que 19 años. Su marcha obedeció a un “lavado de cara” (restyling) de un PSOE trufado de viejos barones que apenas atraían a un electorado harto de “momias” históricas. Le sucede Griñan, gestor gris y sin carisma, que pronto se rebela contra el “padrino” que lo designa para controlar el poder del partido en la región. Sin embargo, es un feo asunto de corrupción, conocido como caso de los ERE, el que lo aparta precipitadamente del cargo, aunque la investigación judicial en curso todavía no lo implica entre los acusados.
El socialismo del PSOE ha modernizado las estructuras de la región, pero no ha conseguido alejarla de los estigmas que la caracterizaban como región subdesarrollada, carente de una industrialización que combata los índices de un paro que secularmente alberga. Tampoco ha conseguido culminar ninguna reforma agraria, a pesar de varios intentos, que pusiera en producción y en manos de los campesinos los latifundios que aun ocupan gran parte del territorio rural, cuya propiedad pertenece a apellidos de una nobleza de terratenientes de rancio abolengo.
Ni siquiera la iglesia católica, en esta tierra de María Santísima, ha podido ser desplazada al ámbito de las creencias íntimas de las personas, por lo que ha conservado privilegios a la hora de “educar en la fe” a los niños en colegios concertados, pero con financiación pública, y su personal continúa siendo sostenido con cargo a los Presupuestos del Estado.
Tras tres décadas protagonizando el sentir mayoritario del pueblo andaluz, el socialismo vive sus horas más bajas y difíciles, el declive de un proyecto que consume sus días sin capacidad de insuflar alguna esperanza en un futuro de solidaridad y justicia. La dimisión de José Antonio Griñán oficializa ese declive del socialismo andaluz, por mucho que se quiera revertir de “cambio histórico”.