Por primera vez en la historia de la humanidad se quiere hacer una transición renovable partiendo de un descenso de las fuentes que alimentarían esa transición. Es de un tecno-optimismo que ignora la Historia; propio de quizás el mayor sesgo cognitivo y mito cultural que hoy nos coarta los verdaderos cambios a los que tenemos que adaptarnos.
Carlos de Castro, 2014.
¿Es posible evitar el decrecimiento con nuevas energías y/o tecnologías? Seguramente no. A pesar de ello, todavía permanece en el imaginario colectivo un malentendido sobre el pasado que es preciso hacer notar, aquel que sostiene que las nuevas fuentes de energía fueron sustituyendo a las antiguas conforme estas se iban agotando y que, por esa misma razón, ahora es de esperar que ocurra lo mismo con los combustibles fósiles, pero nada más lejos de la realidad. Primero porque eso no fue lo que ocurrió, y segundo porque incluso si fuera cierto, del hecho de que el petróleo y el gas natural hayan alargado algo más de un siglo la fiesta del crecimiento iniciada por el carbón no se deduce que existan combustibles alternativos de similar rentabilidad energética.
De la misma manera que el aumento del consumo de carne en el paleolítico no reemplazó a los vegetales, sino que aportó proteínas de mayor valor biológico a nuestra dieta, el petróleo y el gas no vinieron a sustituir a una industria del carbón agonizante, sino a complementarla, aumentando así el consumo total de energía que demandaba el metabolismo de unas sociedades adictas al crecimiento. La prueba de que el carbón no había llegado a su pico en el siglo XIX está en que la producción no ha parado de crecer en las últimas décadas a un ritmo nunca visto. Además, el carbón tampoco reemplazó a la madera, del mismo modo que la energía nuclear ni las renovables reemplazarán al petróleo. En el mejor de los casos lo complementarán durante unos años hasta que este llegue a su cenit y las arrastre con él.
En otras palabras, todos esos recursos se han estado explotando solapadamente, y cuando los combustibles fósiles alcancen y sobrepasen su pico de producción mundial, cosa que nunca antes había ocurrido con ninguna otra fuente, no solo no aparecerá nada parecido que los sustituya sino que afectará irremediablemente al resto de energías, ya que todas, tanto antiguas como modernas, se han estado beneficiando de su extraordinario aporte material y energético, de la misma manera que le ocurriría a los biocombustibles si otras fuentes energéticas como el agua (peak water) o el suelo cultivable (peak soil) comenzasen a declinar.
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El resto del texto (las dos terceras partes, si incluimos los comentarios de algunos lectores como Florent Marcellesi y mis respuestas) está disponible en Ssociólogos, aunque si prefieres esperar y mantener la intriga, puedes seguir leyéndolo en las próximas entradas.