Dicho eso de arriba, me extraña, sin embargo, la preocupación que de pronto le ha entrado a todo el mundo por la imagen del Madrid y por el modo en que puede verse dañada por esto. Periodistas que por sistema utilizan el insulto y la befa contra los merengues de pronto se palpan las ropas y ahogan un grito de novicia por el daño al prestigio merengue; espectadores que abuchean a los blancos según saltan al campo y que desde el minuto 2 corean el “así gana el Madrid” ahora de repente observan con preocupación y prontos a la escandalera los gestos del portugués; aficionados que apedrean el autobús de los vikingos con inigualable puntería hete aquí que se atribulan, y mucho, por su señorío perdido.
Por supuesto que el hecho de que se trate de algo generalizado no justifica la acción macarra y cobarde del portugués. Está muy fea, eso es impepinable, pero tampoco exageremos en nuestros aspavientos de inocente heridos o ingenuos escandalizados. Porque lo que verdaderamente ofende es todo ese ejercicio de fariseísmo.A lo que voy con todo esto es a que Mourinho tiene que pedir perdón, como lo ha hecho, al madridismo, a los madridistas, muchos de los cuales seguramente no se lo perdonarán de ningún modo (como es cierto que muchos madridistas nunca le perdonarán, le perdonaremos, a Pepe ese arrebato contra el Getafe). Al madridismo y al tal Tito como se llame, y si acaso también al empleado de bigote frente a cuyos asombrados ojos sucedió la escena. Pero a nadie más. Nada, por supuesto, de al fútbol español, a la juventud en general, o al mundo del deporte. Tampoco hay que pasarse.
Escrito por Miguel Baquero para Abracadabra