´EL DELATOR´, DE JUAN-MANUEL GARCÍA RAMOS: UN VIAJE A LAS PROFUNDIDADES DE LA OSCURIDAD.
Acabo la lectura de El delatory me viene a la mente una idea que parece hablarme de este excelente e inquietante libro de Juan-Manuel García Ramos: el pasado no deja nunca de moverse, así como tampoco se queda quieto el mar al que lanzaron, metido en un saco lleno de piedras, a Domingo López Torres. Poeta y ensayista, fue el primer amigo tinerfeño de André Breton, un miembro destacado de Gaceta de Artey figura clave del movimiento surrealista de los años treinta del siglo XX en Canarias.
El pasado no deja nunca de moverse porque siempre hay quien pueda reescribirlo, como hace Juan-Manuel García Ramos en El delator, enfrentándose a las versiones oficiales de los acontecimientos. El mismo escritor hace suyas en las primeras páginas de su libro las palabras de Lionel Trilling: "El arte ilumina la verdad más que cualquier otra actividad del intelecto". Liberar las palabras de sus sentidos convencionales, despojando a la vez los hechos de las interpretaciones tejidas de modo interesado, modifica, señala con acierto García Ramos, las verdades que se creyeron absolutas. En ese intento transcurre su crónica novelada del paso por la vida de Domingo López Torres y de los sucesos ocurridos tras el golpe franquista que llevó a la prisión tinerfeña de Fyffes, entre los dos mil presos, a un grupo de intelectuales del movimiento surrealista.
El escritor rescata, a la manera en que Danilo Kiš procedió en su libro La enciclopedia de los muertos, la vida singular de Domingo López Torres, hundido por manos asesinas en la oscuridad de las aguas después de pasar por el infierno de Fyffes. Su libro supone también una indagación en el surrealismo de la época, en las diferentes concepciones del arte de sus protagonistas y las complicadas relaciones que mantuvieron muchos de ellos.
Nada sabe la noche de los lamentos que surgen en la noche, pero cabe pensar en una posible esperanza -aunque se trate de una esperanza con rodillas sangrantes- cuando hay quien asume el riesgo de viajar al fondo de la noche para darle voz a lo indecible y más insólito. Juan-Manuel García Ramos se mete de lleno en la opaca oscuridad, valiéndose de testimonios directos, oficiales y clandestinos, con ánimo de dar respuesta al espanto. Responde al horror a base de lanzar preguntas al aire. Sus preguntas, una tras otra, tejen un relato tan lógico como abierto que hace sospechar de un claro delator en el seno mismo del movimiento surrealista. Un presunto amigo que traiciona a otro amigo. ¿Quién delató a Domingo López Torres a cambio, se supone, de salvar su vida? ¿Por qué fueron liberados los demás miembros más reconocidos de Gaceta de Arte? ¿Por qué se cierne todavía un espeso silencio, cuando no una ignominiosa indiferencia, sobre el asesinato del primero y por qué su olvido presumiblemente intencionado?
Como en todas las prisiones franquistas y falangistas, escribe García Ramos refiriéndose a Fyffes, la cobardía transformaba a los hombres. Regresaban a su estado de depredadores de sus mismos compañeros de generación. Él no emite, sin embargo, en su novela juicios de valor. Desentierra falsas verdades mediante una escritura que toma distancia de los hechos para revelar su carácter más atroz. En su libro fluye la narración a un ritmo trepidante, reforzado con necesarias repeticiones de ideas al servicio de una ampliación del contenido narrado. García Ramos consigue generar, con una aparente frialdad ante los terribles sucesos, una atmósfera atrapante.
La noche nada sabe, cierto, de los lamentos nacidos en la noche. Tampoco de sus cantos, pero sí saben de ellos los sueños. Y, por lo que cuenta Juan-Manuel García Ramos en El delator, es probable que Domingo López Torres no perdiera nunca, entre los barrotes de la celda, su recuerdo del sol de sus mediodías vividos antes de convertirse en prisionero de Fyffes.
El libro de García Ramos se cierra con la siguiente P.D.:
“Entre los enseres de Domingo López Torres entregados a su familia, tras su asesinato por inmersión en aguas atlánticas, entre los últimos días de febrero y primeros días de marzo de 1937, hay una carta manuscrita que se ha mantenido en secreto hasta ahora mismo. Esa carta ha motivado la escritura de El delator”.
Tal vez algún día se llegue a conocer su contenido. Quizás su conocimiento pueda iluminar la verdad de determinadas sospechas y resolver ciertos enigmas. Pero seguirá faltando, creo, la carta no escrita por el delator, que o bien careció de remordimiento de conciencia y se dedicó presuntamente a cosechar títulos, premios y fama o no tuvo el coraje de confesar su culpa.
¿Se atreverá alguien a delatar al delator de Domingo López Torres?
El delator. Juan-Manuel García Ramos. Editorial Mercurio.