Hay películas que marcan la historia del cine. No tienen por qué ser obras maestras ni conseguir el aplauso unánime de crítica y público. Simplemente acaban marcando un punto de inflexión. Y no cabe duda que Titanic es una de ellas.
Corría el año 1997 cuando llegó a nuestras pantallas la ambiciosa adaptación de James Cameron del hundimiento del transatlántico Titanic, protagonizada por unos jovencísimos y casi desconocidos Leonardo DiCaprio y Kate Winslet. Yo, a mis tiernos 11 años, me iniciaba en esa etapa llamada adolescencia, por lo que mis recién revolucionarias hormonas se unieron a toda esa legión de fans que enloquecieron con la película. El concepto reventar la taquilla se quedó corto con lo que consiguió Titanic. Fue durante años la película más taquillera de la historia (desplazada por Avatar de, como no, de nuevo James Cameron) y el fenómeno traspasó la gran pantalla, las caras de Leo y Kate se podían encontrar en carpetas, pósters, revistas (esas Bravo y Súper Pop)… Y por si fuera poco, James Cameron consiguió revolucionar también las hormonas de los académicos de Hollywood, que coronaron a Titanic como la película con mayor número de Oscars, 11, junto a Ben-Hur. Poco tiempo después se uniría a este exclusivo club El Señor de los Anillos: el retorno del Rey.
16 años más tarde de su estreno y con unos cuantos años más a mis espaldas, puedo permitirme volver a ver esta película con otros ojos y un criterio algo más acertado que el de mis hormonas. Titanic, aparte de descubrirme el significado del fenómeno fan, consiguió que me picara la curiosidad por la historia real de este barco y en todos estos años he leído libros y visto documentales, además de visitar la exposición itinerante, que han saciado mi curiosidad. Con toda esa información en la mano se puede afirmar que en cuanto a rigurosidad histórica, la película de James Cameron es muy acertada. El barco está recreado de una forma asombrosa, los hechos principales se narran de una forma bastante exacta y los personajes reales están muy bien introducidos y presentados. Si dejamos de lado la pareja protagonista, el resto de personajes existieron de verdad: el matrimonio Astor, el capitán Smith, el ingeniero naval Thomas Andrews, el presidente de la compañía White Star Line Bruce Ismay, la banda de música que tocó hasta el final e incluso la insumergible Molly Brown. La escena en la que Jack acude a cenar al comedor de primera clase es una buena carta de presentación de personalidades que en su día viajaron en el Titanic.
Por otro lado, la obsesión de James Cameron por la historia del barco le llevó a buscar patrocinadores para realizar una expedición para grabar imágenes del buque original sumergido. Esas escenas son casi cine documental dentro de una película. Una maravilla. A nivel técnico resulta espectacular que habiendo pasado 16 años la película no haya envejecido ni un ápice. Los efectos especiales, muy adelantados a su tiempo, son simplemente perfectos. No hay duda que Cameron, en estos temas, es un auténtico visionario.
Pero no todo van a ser alagos hacia Cameron y Titanic. Si hay algo en lo que la película hace aguas (lo sé, estaba cantado el chiste) es en el guión de la historia de amor. No critico su aparición, 3 horas de película no se aguantan sólo con escenas documentales y recreaciones históricas, es necesario un gancho que meta al público en la cinta, que le haga empatizar con los personajes. El problema está más bien en su maniqueísmo. Los personajes protagonistas o son muy buenos y puros (Jack, Rose) o muy malos (Carl y su mayordomo). La película no deja espacio para los grises, el tono más rico e interesante. También se le ve el plumero a Cameron a la hora de estirar la tensión sobre si Jack y Rose subirán a un bote o si se salvarán. Que si Rose busca a Jack que está prisionero, que si sube a un bote, que si ahora se baja del bote, que si huyen de Carl… todo el conjunto acaba siendo excesivo. Quizás por todas estas razones, Titanic ni siquiera estuvo nominada a los Oscar en la categoría de mejor guión. Afortunadamente. O quizás no fuera por eso y simplemente la Academia castigara a Cameron por aquello de “los 2 cabían en la tabla”. Pese a mi crítica al guión, debo reconocer que sí hay una escena que me acaba llegando: esa reunión en el barco post mortem de Rose, con todos los que perecieron en el hundimiento. Siempre la he considerado la escena más emotiva y aquí sí, tiene mi aplauso.
Con el paso de los años hay gente que dice odiar ahora Titanic sólo porque gusta a la mayoría (llevar la contraria porque sí, aunque la vean y se mueran del gusto), otros (muy pocos) aún no la han visto y a estas alturas ni tienen intención de hacerlo (aunque yo les invitaría a hacerlo), otros siguen siendo tan fans como el primer día y otros, simplemente, han desarrollado un espíritu crítico que les ha hecho ver la película desde otro punto de vista. Pero ninguno de estos grupos podrá negar nunca la herencia de Titanic: Leonardo DiCaprio y Kate Winslet son 2 de los mejores actores de la actualidad, ambos con unas sólidas carreras; mientras que James Cameron consiguió récords que sólo él mismo ha podido romper y ha aportado grandes avances técnicos al mundo del cine. Tampoco hay que olvidar que en los años posteriores salieron todo tipo de películas que intentaban repetir la fórmula de Titanic. Y a nivel de público, todo el mundo reconoce la melodía de My heart will go on y todos, incluso los que no la han visto, conocen la historia de Titanic y reconocen sus escenas.
Dime, ¿cuántas películas han conseguido jamás algo parecido?