Por José Ramón Narváez H.
El futuro que hoy estamos viviendo es el futuro que diseñaron pensadores varones europeos del siglo XVIII en función del contexto de aquél entonces y creando categorías que si bien se apoyaban en el pasado que ellos mismos eligieron como antecedentes, no necesariamente eran los más oportunos para un futuro distinto si es que sus predicciones no se realizaban.
Ese futuro se agotó, en gran medida esos modelos nos parecen hoy anacrónicos en muchos aspectos, pero no nos atrevemos a proponer nada nuevo porque el propio discurso moderno nos obligó a pensar que era imposible superar algo que estaría siempre en constante evolución, de hecho, modernidad procede de la palabra modus el modo en que se vive, por eso parece una época insuperable, a lo más nos atrevemos a llamarla pos-modernidad, sin librarnos del todo de la raíz.
No existe ninguna obligación con ese pasado remoto que en su caso nos colonizó y se aprovechó de nuestra ingenuidad y apatía para subsistir. Alguien algún día sugirió todas y cada una de las instituciones que hoy existen y que anteriormente no existían, alguien algún día podría proponer maneras totalmente distintas de hacer las cosas que hoy hacemos.
Dos de las instituciones más importantes de nuestras sociedades como el derecho y la justicia adolecen de la crítica a penas formulada. Ya no alcanzan, se esfuerzan demasiado para cumplir con promesas imposibles, entonces alteran el discurso para simular logros, crean figuras rimbombantes y lustrosas para seguir ganando adeptos, mismos que se suman a los instrumentos de apariencia y control ¿Por qué no hacerlo de otro modo? ¿A qué pasado le debemos lealtad para no formular nuestro propio futuro?
El derecho futuro sería en principio lo que nosotros decidiéramos que fuera si desde hoy asumiéramos el compromiso con un proyecto, esto supone que deberíamos comenzar un debate en serio sobre todas las categorías jurídicas, la propuesta está en la base de la labor pedagógica y de investigación; sin olvidar por evidentes razones la práctica aunque esta en un segundo momento.
En algunos casos el cambio no puede ser gradual o esperar a que otras generaciones hagan la reflexión que hoy es necesaria, me refiero especialmente a las acciones que debemos tomas de inmediato en relación al medio ambiente y las diversas violencias que nos aniquilan todos los días. Así que el primer compromiso con el futuro es dotarlo de sustentabilidad.
Una vez superado el tema del convencimiento y necesidad de la labor es claro que el primer gran problema con el que nos enfrentaremos es un modelo económico que da por sentado un tipo de derecho condescendiente y cómplice, que genera cosificación y alienación; se alimenta de nuestro letargo y apatía, esperamos que los sistemas resuelvan nuestros problemas y cedemos el terreno a vampiros sociales que desde lo político y económico drenan nuestras vidas. Así que convencer al resto de que es necesario asumir nuestros futuros con responsabilidad y respeto ne será tarea sencilla.
Dentro de las herramientas necesarias para lograr el cambio está la propia cultura que sabiéndola mirar siempre está creando narrativas emergentes que hipotizan y formulan propuestas y escenarios futuros; visto que somos presentistas y que estamos ofuscados por el día día; necesitamos instrumentos disruptivos que nos hagan imaginar el nuevo derecho y la nueva justicia. Cualquier imagen del futuro es valiosa para este propósito, debemos comenzar a utilizar nuestro cerebro de otra manera para poder asociarnos de otra manera.
Re-modelar, tarea titánica si se piensa que vivimos inercialmente es muy difícil romper ataduras de siglos, pero es imprescindible porque no podemos seguir viviendo a costa de otros, no es posible que prefiramos no pensar en el futuro y ocuparnos egoístamente de nuestra subsistencia.
Y si en el futuro pensamos que no debería haber prisiones, y que las personas tienen más capacidad para administrar sus conflictos y que la justicia es el valor prioritario, está en nuestro derecho luchar por ello, al menos plantearlo.