El "sistema" ha alcanzado tales niveles de deterioro y desprestigio que ya sólo los que viven bien o simplemente desahogados, tienen propiedades o asegurado el presente y el futuro pueden creer en él.
Las inyecciones monetarias y los sinapismos que los gobiernos le inoculan no sirven más que para sostener el statu quo de los anteriores, enriquecer más y más a los gestores de los mercados, y retrasar su derrumbamiento.