Si por algo hay ocasiones en las que evito los libros de divulgación o ensayos con matiz de autoayuda, es por la posición vulnerable e inferior en la que me colocan cuando los leo, casi siempre. Éste ha sido un regalo y quien me lo ha hecho sabe perfectamente por qué podía interesarme así que desde aquí la abrazo y la beso en agradecimiento por conocerme tan bien.Pero no ha sido una feliz lectura.Sophie Fontanel se dirige al lector con una suficiencia y un conocimiento profundo de asuntos terriblemente sujetos a variables casi infinitas, que me abruma y me espanta a la vez. No es una sensación nueva: me pasa a menudo, que si alguien me quiere convencer de algo en lo que cree desde la superioridad pretendidamente lúcida, me exaspera y lo rechazo de manera automática. Así no, por esa vía imposible.Acude la autora a frases breves y capítulos fugaces. Se expresa con delicadas metáforas y usa unas imágenes a veces hermosas y otras perversas, porque tiene muy claro lo que quiere contar, porque está convencida. En esa dinámica, El deseo se sigue de manera agradable, igual que se siguen esas tramas que despiertan curiosidad e intriga en el lector muy poco a poco. Sin embargo, para cuando nos damos cuenta de que esa lección no admite objeciones, que no acepta una crítica derivada de una experiencia alternativa que pueda posicionarnos en el lado opuesto de su espectro; en ese momento en que la autora rechaza por completo el carácter, la presencia y el instinto de aquel que no acepta su conducta, esta lectora se rinde.Ni vulnerable ni inferior, sólo en desacuerdo.
El deseo. Sophie Fontanel. Trad. Pilar González Rodríguez. Barcelona, Lumen. 2012
Si por algo hay ocasiones en las que evito los libros de divulgación o ensayos con matiz de autoayuda, es por la posición vulnerable e inferior en la que me colocan cuando los leo, casi siempre. Éste ha sido un regalo y quien me lo ha hecho sabe perfectamente por qué podía interesarme así que desde aquí la abrazo y la beso en agradecimiento por conocerme tan bien.Pero no ha sido una feliz lectura.Sophie Fontanel se dirige al lector con una suficiencia y un conocimiento profundo de asuntos terriblemente sujetos a variables casi infinitas, que me abruma y me espanta a la vez. No es una sensación nueva: me pasa a menudo, que si alguien me quiere convencer de algo en lo que cree desde la superioridad pretendidamente lúcida, me exaspera y lo rechazo de manera automática. Así no, por esa vía imposible.Acude la autora a frases breves y capítulos fugaces. Se expresa con delicadas metáforas y usa unas imágenes a veces hermosas y otras perversas, porque tiene muy claro lo que quiere contar, porque está convencida. En esa dinámica, El deseo se sigue de manera agradable, igual que se siguen esas tramas que despiertan curiosidad e intriga en el lector muy poco a poco. Sin embargo, para cuando nos damos cuenta de que esa lección no admite objeciones, que no acepta una crítica derivada de una experiencia alternativa que pueda posicionarnos en el lado opuesto de su espectro; en ese momento en que la autora rechaza por completo el carácter, la presencia y el instinto de aquel que no acepta su conducta, esta lectora se rinde.Ni vulnerable ni inferior, sólo en desacuerdo.
Si por algo hay ocasiones en las que evito los libros de divulgación o ensayos con matiz de autoayuda, es por la posición vulnerable e inferior en la que me colocan cuando los leo, casi siempre. Éste ha sido un regalo y quien me lo ha hecho sabe perfectamente por qué podía interesarme así que desde aquí la abrazo y la beso en agradecimiento por conocerme tan bien.Pero no ha sido una feliz lectura.Sophie Fontanel se dirige al lector con una suficiencia y un conocimiento profundo de asuntos terriblemente sujetos a variables casi infinitas, que me abruma y me espanta a la vez. No es una sensación nueva: me pasa a menudo, que si alguien me quiere convencer de algo en lo que cree desde la superioridad pretendidamente lúcida, me exaspera y lo rechazo de manera automática. Así no, por esa vía imposible.Acude la autora a frases breves y capítulos fugaces. Se expresa con delicadas metáforas y usa unas imágenes a veces hermosas y otras perversas, porque tiene muy claro lo que quiere contar, porque está convencida. En esa dinámica, El deseo se sigue de manera agradable, igual que se siguen esas tramas que despiertan curiosidad e intriga en el lector muy poco a poco. Sin embargo, para cuando nos damos cuenta de que esa lección no admite objeciones, que no acepta una crítica derivada de una experiencia alternativa que pueda posicionarnos en el lado opuesto de su espectro; en ese momento en que la autora rechaza por completo el carácter, la presencia y el instinto de aquel que no acepta su conducta, esta lectora se rinde.Ni vulnerable ni inferior, sólo en desacuerdo.