El despertar y otros relatos, de Kate Chopin
Editorial Alba. 474 páginas. 1ª edición de 1899.
Traducción y notas de Olivia de Miguel
De Kate Chopin (St. Louis, Missouri, 1851 ‒ 1904) había leído hace más de una década Historia de una hora, un relato muy corto, incluido en la Antología del cuento norteamericano a cargo de Richard Ford, un libro magnífico que, ojalá, Galaxia Gutenberg vuelva a reeditar, y lo puedan conocer más lectores, porque era una verdadera delicia.
Sin embargo, diría que cuando a finales de 2019 elegí este libro para regalárselo a mi madre por su setenta cumpleaños, no recordaba el nombre de la autora, pero me fie ‒como siempre hago‒ del criterio de la editorial Alba para seleccionar clásicos, tras leer su sinopsis. Unos meses después mi madre murió de un ataque al corazón fulminante, y El despertar y otros relatos de Kate Chopin fue el último libro que leyó en su vida. De hecho, no lo llegó a terminar, el marcapáginas se quedó anclado en la página 324 de 474. Como este libro está formado por una novela y diecisiete relatos, he sabido ahora, dos años después, que llegó a acabar la novela El despertar, y se quedó a medias de un relato extenso titulado Athénaïse. Ha sido ésta, por tanto, una lectura extraña, una lectura connotada para mí por un aire aciago y de duelo. No me he atrevido a mover el marcapáginas de mi madre del sitio en el que ella lo dejó, y recuerdo perfectamente el momento en el que di la vuelta a la última página de un libro que mi madre leyó en su vida y continué por la que ya no leería nunca. Valga contar todo esto, porque sé que la impresión que le causan a uno los libros depende del momento personal en que los lee y de las connotaciones personales de las que se van recubriendo.
El tiempo narrativo de la novela El despertar se sitúa a finales del siglo XIX y su acción comienza en Grand Isle, una isla del río Mississippi, cercana a Nueva Orleans. Una isla en la que unos veraneantes, de posición social acomodada, pasan los días de vacaciones. La protagonista de la historia es Edna Pontellier, una mujer casada de veintiocho años, con dos hijos de cuatro y cinco años. Durante la semana, el señor Pontellier tiene que atender sus negocios en Nueva Orleans y deja a la familia en la isla. Allí Edna se relaciona principalmente con Madame Ratignolle, una bella mujer casada, criolla y de un poco más edad que Edna; y con Robert, un joven de veintiséis años, que ha sido desde mucho tiempo atrás un amigo de la familia. «Robert había vivido a la sombra de Edna todo el mes anterior. A nadie le extrañó. Cuando llegó, muchos habían previsto que se consagraría al servicio de la señora Pontellier. Desde que tenía quince años, había ahora once, cada verano en Grand Isle, Robert se había convertido en el fiel sirviente de alguna hermosa dama o damisela. Unas veces, una jovencita; otras una viuda; pero más frecuentemente alguna casada interesante.» (pág. 45-46)
Poco después leemos en la página 51: «La señora Pontellier estaba empezando a ser consciente de su posición como ser humano en el universo y, como individuo, a reconocer sus relaciones con el mundo que la rodeaba y con su propio mundo interior.» En esta toma de conciencia Edna va a tener que confesarse, ante sí misma, que su matrimonio con Léonce Pontellier fue simplemente un accidente. Lo conoció mientras vivía una gran pasión secreta, un amor platónico por las fotografías de un actor de cine. Ahora está empezando a sentir que se ha enamorado de Robert y esto empieza a dar un sentido diferente a su vida.
La acción se desplazará desde Grand Isle hasta la ciudad de Nueva Orleans. Edna querrá emanciparse de su marido, y ser una persona libre, que trata de vivir de su pasión por la pintura, a la que trata de convertir en una profesión, mientras Robert se ha marchado a México, siguiendo sus planes de futuro.
Cuando El despertar se publicó en 1899 la crítica la rechazó con unanimidad, pero más que juzgar la calidad literaria (en el prólogo se dan varios ejemplos), lo que hacía era juzgar moralmente al personaje. No parecía aceptable no ya que Edna quisiera separarse de su marido y que se hubiera enamorado de otro, sino que no quisiera sacrificarlo todo por sus hijos. «Daría mi dinero, daría mi vida por mis hijos; pero no me daría a mí misma. No puedo explicarlo con más claridad; es solo algo de lo que empiezo a ser consciente, que se me está revelando.» (pág. 114). El rechazo a su novela, hizo que Chopin apenas volviera a escribir.
El despertar guarda relación con Madame Bovary de Gustave Flaubert. Chopin se ganó también la vida traduciendo libros del francés al inglés, y estaba claro que conocía esta obra y que fue una influencia para la suya. La diferencia entre estas dos novelas es que posiblemente Madame Bovary deseaba más un romance que conocerse a sí misma y ser libre como la señora Pontellier.
El despertar empieza a ser rescatada en Estados Unidos en la década de 1950, a raíz de que Cyrille Arnavon, un crítico francés, le dedica una páginas en un estudio la influencia francesa en las novelas norteamericanas. En 1962 el prestigio crítico norteamericano Edmund Wilson le dio el espaldarazo definitivo para su recuperación como obra valiosa dentro del canon norteamericano.
Me ha gustado la descripción que hace Kate Chopin de Nueva Orleans, y su mezcla de razas y culturas, las relaciones que muestra entre los norteamericanos anglosajones, los criollos de origen francés y los negros. Las descripciones de los ambientes y personajes son muy vívidas. El despertar es una novela que en sus planteamientos feministas se adelanta a su época y que leída en la actualidad tiene mucho encanto. Es una gran novela corta dentro del realismo norteamericano.
A La tempestad le siguen cuatro cuentos seleccionados del libro De gente de los pantanos (1894). En El hijo de Désirée se habla de conflictos raciales y quizás su resolución, con una «sorpresa final», se ha quedado un tanto anticuada. Me gusta más Una visita a Avoyelles, sobre las decisiones del pasado y la nostalgia, un bello y triste cuento. La bella Zoraïde es un cuento correcto sobre racismo y locura. El divorcio de Madame Célestin tiene unas intenciones narrativas parecidas a Una visita a Avoyelles, y me ha gustado también. En realidad estos cuentos tratan, en gran medida, de personas enfrentadas a los límites de los convencionalismos sociales de su época.
Del libro Una noche en Acadia (1897) se han seleccionado cuatro cuentos. El primero, Higos maduros, de apenas una hoja, parece más un poema que un cuento. Arrepentimiento trata de una mujer de cincuenta y dos años independiente, una mujer que no se ha casado ni ha tenido hijos. Me gusta este personaje femenino a contracorriente de su época, que va a vivir una experiencia vital que, tal vez, le haga arrepentirse de sus decisiones. Una mujer respetable trata un tema similar al de la novela El despertar, del deseo femenino de la mujer casada hacia alguien de fuera del matrimonio. El mejor de este grupo de cuentos es el cuarto, Athénaïse, que con sus cincuenta páginas es casi una novela corta, y trata de una joven que vuelve a la casa familiar, unas semanas después de haberse casado con un hombre más mayor que ella. De nuevo, Chopin enfrenta a sus personajes con los convencionalismos sociales.
Siguen nueve cuentos, bajo el epígrafe Cuentos no recogidos en forma de libro.
En Un asunto indecoroso una joven de buena familia tal vez se esté empezando a sentir atraída por un hombre que trabaja en una granja y que es un casi un vagabundo.
Historia de una hora, el cuento que ya leí en la antología de Richard Ford, es una pequeña y perfecta pieza de humor negro, algo en lo que Chopin no se había prodigado hasta ahora.
El beso habla de las aspiraciones matrimoniales de una joven, que va a anteponer tal vez la posición económica de un candidato al atractivo físico que siente por otro.
Sus cartas es un buen cuento sobre los secretos de un matrimonio.
Lo inesperado, sobre la pérdida de pasión de una mujer ante la enfermedad de su prometido, es un cuento cruel.
La señorita McEnders es un buen cuento sobre lo efímero de las posiciones sociales y las «buenas costumbres».
Un par de medias de seda es un cuento correcto sobre las aspiraciones y los caprichos de una mujer casada y con hijos.
La tormenta es, de nuevo, un cuento sobre las pasiones, y las tentaciones, que surgen del pasado para una mujer madura.
Charlie tiene cincuenta y cinco páginas y, como Athénaïse, vuelve a ser casi una novela corta. Es el relato que más me ha gustado de esta nuestra de diecisiete. Un viudo rico tiene siete hijas, y la protagonista de la historia es Charlie, la menos femenina de todas, la que se comporta como un chicazo, como el hijo varón que el padre deseaba y no pudo tener. Este juego con los roles de género me ha parecido muy atrevido para la época y Charlie es una gran novela corta.
Me ha gustado El despertar y otros relatos, este volumen de Alba que contiene una destacada novela norteamericana del siglo XIX, que se adelantó a su tiempo, y un conjunto de cuentos con algunas piezas, donde se cuestionan los convencionalismos sociales de la época, bastante logradas.