Hugo Sánchez DíazUniversidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú.
La historia parece haber reservado a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos un paradójico destino. La ubica en su origen, a inicios de la Era Moderna, como la primera universidad de la cuenca del Pacífico, zona que en el ápice de la modernidad, cuando esta se ha extendido a escala planetaria, ha pasado a ser el centro de la geopolítica global. Este sólo hecho le otorga de por sí un valiosísimo capital simbólico del que aquí no parecemos ser conscientes, precisamente en el momento en que el despliegue de la lógica de vida que caracteriza a la modernidad otorga un valor decisivo al capital simbólico, así como al conocimiento.En efecto, en sus inicios San Marcos tiene un papel protagónico en la gestación de uno de los fenómenos decisivos de la Era Moderna: la colonialidad, tanto en el ámbito de la transmisión del saber, como en el de la formación de élites para administrar ese orden. No obstante, la persistencia de la opción por un posicionamiento subordinado –colonial– en el escenario global, por parte de los sectores dominantes de nuestro país, ha permeado la vida institucional de San Marcos y la universidad peruana en su conjunto, afectando su autonomía en múltiples dimensiones, que van desde el terreno decisivo del saber hasta el de su gestión.(1) Cuando la modernidad parece estar llegando al pleno cumplimiento de sus potencialidades (entre ellas el incremento vertiginoso de la producción tecnocientífica como clave de poder) y a la vez muestra sus límites como forma de organizar la vida humana, en San Marcos parece haberse perdido la vocación –esencial a la condición universitaria– de auscultar lo que Mariátegui llamara la escena contemporánea, para situarse en ella con el mayor margen de autonomía e iniciativa.(2) Se trata de una preocupante señal de la pérdida de autonomía, en un terreno mucho más decisivo que el de la gestión.En efecto, hoy en día la defensa de la autonomía universitaria requiere el ejercicio riguroso del pensamiento para comprender el curso de los acontecimientos en el escenario global, a fin de situarnos en él con un proyecto propio, funcional a los intereses de la comunidad nacional de la que formamos parte. Lo contrario es mantener el juego autista de intereses particulares que se han apoderado de nuestra universidad, bloqueando sus posibilidades de desarrollo y favoreciendo la mercantilización de la educación superior; es convertir la autonomía universitaria en coartada para repartirse la universidad, sin tener que dar cuentas al país.El crecimiento del sector privado en la universidad peruana es manifestación visible de la mercantilización de la educación superior. Pero este fenómeno se deja sentir igualmente en todas las esferas de actividad de la universidad pública. Se ha mercantilizado el acceso –con el centro preuniversitario–; ocurre también con la graduación y titulación –a través de la generalización de programas con alto costo que han afectado la producción de tesis–; la actividad docente se ha dispersado, convirtiéndose en algunos casos en un acto furtivo, subordinado a otros compromisos laborales. Todo esto ha venido a ocurrir con anuencia de las actuales autoridades, que han añadido la sistemática destrucción de la imagen institucional de la primera universidad del país, hoy identificada con escombros y anomia, no obstante lo cual quieren perpetuarse en el poder, hacia el que han desarrollado adicción,(3) habiendo alcanzado el control de la universidad sobre la base de la creación de clientelas y corrupción de la representación estudiantil secuestrada por operadores mafiosos.San Marcos tiene un destino histórico que cumplir como referente del conjunto de universidades públicas, hoy sometidas a una feroz ofensiva del sector privado con fines de lucro, fenómeno ante el que la actual gestión ha carecido de opinión explícita, habiendo guardado un silencio cómplice.(4) Esa ausencia de liderazgo e interlocución ante un Estado que impone como política el abandono de responsabilidades sociales básicas en educación, salud y seguridad, a favor del sector privado, ha sido un factor decisivo para la derrota de la huelga docente, que exigía la homologación volviendo al viejo esquema inoperante de enfrentar la tecnocracia del MEF con la burocracia sindical, en un diálogo de sordos.Una gestión carente de definiciones sobre qué hacer con San Marcos para fortalecer su vida institucional y recuperar la iniciativa en el ámbito universitario nacional,(5) nos conduce a la marginalidad. En un contexto de agresivo crecimiento del sector privado, nuestra universidad no puede soportar cinco años más de sistemático deterioro como el que esta gestión ha producido, sin cruzar una línea irreversible. Detener esta espiral de caída constituye un imperativo moral. Es preciso enfrentarla con un proyecto cuyo núcleo programático es la defensa de la universidad pública, objetivo que exige una apuesta radical por el mejoramiento continuo de la calidad académica, entendiendo que la democratización de la educación pasa por el acceso a una ecuación de calidad: lo contrario refuerza las brechas sociales. La calidad de los procesos y resultados académicos debe juzgarse por referencia a su pertinencia a las necesidades del desarrollo social, el impulso de la investigación y la afirmación del trabajo interdisciplinario. A ese propósito deben subordinarse los procesos administrativos. Una gestión honesta, democrática, deberá desarrollar este programa, para reiniciar el proceso de recuperación institucional de San Marcos y de la universidad pública en nuestro país. ----------------
* Publicado en De acuerdo, nº 4, marzo - abril del 2010.
(1) Cabe hablar de colonialidad del saber, en ausencia de una vocación genuina de producirlo; cuando nos limitamos a consumir de segunda mano saberes producidos por otros, y cuando además esos saberes no dialogan con aquellos otros que se hallan en nuestras tradiciones culturales originarias.(2) Todavía hasta la década de los 80 los debates políticos en la universidad peruana solían empezar por el reconocimiento de la situación internacional, pasando luego por el de la situación nacional, escenarios sin los cuales no se creía factible un juicio objetivo sobre la situación de nuestras universidades. No obstante, es de notar que en aquellas polémicas sobre las claves del poder, se hallaba ausente la relación entre poder y la capacidad de producir saber, hecho muy sintomático de la pérdida de horizonte, tratándose de debates ocurridos en el ámbito universitario.(3) Tal parece ser el caso de quienes desde el Consejo Universitario controlan a su favor la universidad, y hoy –impedidos de reelegirse- quieren convertir las próximas elecciones de representantes ante la Asamblea Universitaria en plataforma para migrar a ella para mantener ese control.(4) Patética muestra de aquella complicidad es el homenaje brindado en ceremonia solemne por el propio rector Izquierdo, conjuntamente con el decano de la Facultad de Educación y el director del postgrado de esa facultad, a Fidel Ramírez Prado, dueño de Alas Peruanas, institución privada involucrada en graves acusaciones de corrupción.(5) Durante la gestión anterior, a cargo de AIS, se constituyó la Alianza Estratégica de Universidades (UNMSM, UNI, UNSLM), como un referente nacional de las universidades públicas, espacio que debió haberse ampliado con participación de otras universidades emblemáticas de este sector, para generar una representación universitaria alternativa a la de la ANR, hoy copado por el sector privado académicamente más deleznable.