El Día D: la Operación Overlord

Por Liber

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Dieppe, 1942. El primer intento de invadir territorio francés resulta desastroso. Casi la mitad de las fuerzas de asalto, unos 7000 hombres en total, se pierden intentando luchar contra las poderosas defensas del puerto. Muchas tropas no lograrían pasar de las playas y otras terminarían siendo prisioneros de guerra de los alemanes. Se aprendió tanto en Dieppe que fue un episodio decisivo para la invasión final que arrancaría el 6 de junio de 1944: el mítico desembarco de Normandía.

Existen tres condiciones imprescindibles para una invasión con éxito. La primera, lógicamente, es llegar a tierra haciendo frente a cualquier oposición. La segunda es, una vez en tierra quedarse, sean cuales sean las condiciones climatológicas. Y la tercera, parar al enemigo lo más rápidamente posible, ya que de lo contrario las fuerzas de invasión terminarán devueltas al mar. Para estos puntos esenciales, las dos mejoras áreas de desembarco eran el paso de Calais, en el punto más estrecho del canal de la Mancha, y Normandía, más al oeste. Escoger entre ellas fue la tarea del teniente general Frederick Morgan y de su Estado Mayor Aliado, conocido por COSSAC, nombrado en 1943 para elaborar los primeros planes de invasión.

Desde 1941, se habían sucedido una serie de planes de invasión. La elección del COSSAC al final terminaría siendo Normandía, una extensión de unos 80 kilómetros de costa, al este de la península de Cherburgo. Normandía tenía diversas ventajas sobre el paso de Calais. Aunque estaba más lejos de Inglaterra, se encontraba menos fortificada. Sus playas, la mayoría sin precipicios y con un mínimo de depresiones, se prestaban más al desembarco de tropas y al avituallamiento de estas, así como a un despliegue rápido en tierra. Además, estaba cerca de Cherburgo y de los puertos de Bretaña.

En Quebec, en agosto de 1943, el plan del COSSAC para la invasión fue aprobado por Churchill y Roosevelt. El asalto del canal se iba por fin a convertir en realidad: su nombre en clave, Overlord; su fecha inicial prevista, mayo de 1944.

El trampolín para la invasión sería Inglaterra. Los británicos, que ya habían sido desplazados una vez por las bombas de  Adolf Hitler durante la mítica Batalla de Inglaterra, estaban de nuevo en movimiento, aunque esta vez para dejar sitio a los grandes ejércitos de invasión. Para muchos, esto significaría trastornos, pérdidas financieras o problemas personales. Pero la causa bien lo merecía: el largamente esperado segundo frente.

Ya se acercaban por el océano Atlántico los buques llenos de tropas de Estados Unidos. El número de americanos en Gran Bretaña se acercaba al millón y medio. En las calles de Londres, se exhibían todos los uniformes aliados. En este inmenso cuartel flotante, la moral era de vital importancia.

En un escenario diferente, otro americano, el general “Ike” Eisenhower, es nombrado por Roosevelt comandante supremo de la Operación Overlord. Eisenhower ya había estado al mando de la expedición aliada en el norte de África en 1942. Sin duda iba a necesitar la mano izquierda de un diplomático porque ahora iba a liderar una gran fuerza multinacional, algo nunca visto prácticamente hasta la fecha.

El más conocido de los que iban a ser comandantes de Eisenhower era el general Montgomery, vencedor de El Alamein. Famoso por su manera sencilla de dirigirse a sus tropas, Montgomery les incitaba ahora al máximo esfuerzo. Y ese gran esfuerzo ya llegaba. Las cifras planeadas de la Operación Overlord así lo presagiaban: 13 000 aviones, 16 000 tanques y vehículos, 90 000 paracaídas, millones de bombas.

La Operación Overlord también iba a necesitar 4000 barcos de asalto y desembarque, que en principio no había. Lo que iba ser vital para el desembarco de Normandía era hacer llegar a las tropas y para eso se necesitaban barcazas y naves de desembarco. Había que diseñarlas y construirlas en grandes cantidades  y en un momento en el que todos los astilleros hacían falta para la batalla del Atlántico.

En la primavera de 1944 estaban construidos los barcos y listos para una invasión a gran escala en las más duras condiciones. Gran cantidad de tropas invadirían desde el aire primeramente. Más de 20 000 habían sido apartadas para la mayor operación aerotransportada de la Segunda Guerra Mundial hasta entonces. Algunas tropas de asalto tendrían que escalar pendientes (como en la escarpada zona de Pointe du Hoc). El entrenamiento en las borrascosas aguas del canal podía ser tan duro como el real.

Al otro lado de esas aguas, Gerd von Rundstedt y Erwin Rommel tenían opiniones divergentes en cuanto a cómo recibir la invasión. Von Rundstedt, el comandante en jefe, quería que se quedará atrás una reserva móvil para luchar contra los Aliados tierra adentro. Rommel, comandante de las fuerzas anti-invasoras, quería repeler en cambio el asalto en las propias playas.

El Muro Atlántico de Hitler, una cadena de fortalezas de acero y hormigón que debía extenderse desde Dinamarca hasta la frontera española no estaba todavía terminado. Rommel hacía esfuerzos tardíos para rellenar los huecos poniendo líneas de obstáculos submarinos que incluían millones de minas.

Abril de 1944. Erwin Rommel comprobando en persona el estado de las defensas alemanas (el Muro Atlántico). Fuente y autoría: Bundesarchiv, Bild 101I-719-0243-33 / Jesse / CC-BY-SA

Para vencer esas defensas los aliados desarrollaron diversos artefactos. El rollo suizo y la cama de alfombra para que los tanques pudieran pasar por la arena, el barro y el hormigón. Importante papel tendría también el sistema PLUTO: tuberías submarinas flexibles de muchas millas de largo para minimizar los peligros del transporte de petróleo por tanque a Francia. Debían transportar más de 1 millón de toneladas de combustible diario al continente bajo el agua. Las estaciones de bombeo de la orilla se camuflaban con inusitado ingenio.

Aún más sorprendente eran los muelles prefabricados “Mulberry”, cada uno del tamaño del puerto de Dover. Todas las piezas deberían ser remolcadas por el canal de la Mancha. El problema de quedarse a la orilla era muy grave por las condiciones climatológicas del canal. No se podían esperar más de tres o cuatro días de tiempo suficientemente bueno para descargar en la playa, así que se decidió tomar un puerto. Se intentó en Dieppe, pero una vez allí los Aliados comprendieron que no podían tomar un puerto sin usar bombarderos tan pesados que destruirían las instalaciones que se querían usar. Por lo tanto, lo único que quedaba era llevar el propio puerto artificial a Normandía: todo el mundo por aquel entonces creía que era cosa de locos.

Una de las mayores preocupaciones era el tiempo que se podía esperar al comienzo de la Operación Overlord. El general Eisenhower desde un principio fue muy claro: quería tener la certeza de poder fiarse de los criterios de los meteorólogos, ya que sabía perfectamente la importancia capital de la meteorología en una operación de estas características.

La Comandancia Suprema aliada también se ocupaba de los planes de engaño y contraespionaje. Entre los más elaborados, estaban las falsas preparaciones para un ataque en Noruega que sería lanzado desde Escocia y, lo que era más creíble, un asalto principal en el paso de Calais desde los puertos del sudeste británico.

También era crucial el plan de bombardeo para cortar las comunicaciones alemanas a las áreas de invasión. Había primordialmente que interferir las comunicaciones, especialmente tras el desastre de Dieppe. En la primavera de 1944 se ampliaron los ataques aéreos sobre las carretera y las líneas férreas, así como sobre los aeródromos alemanes.

Al mismo tiempo, por todo el sur de Inglaterra se levantaban campamentos para las decenas de miles de tropas invasoras. Los escenarios para la Operación Overlord se extendían por toda la costa del sur de Inglaterra (Falmouth, Dartmouth, Weymouth, Portsmouth y Newhaven).

A finales de mayo de 1944 las tropas de asalto estaban concentradas en sus áreas de clasificación, listas para salir. Ahora, una pausa. El miedo se alimenta del retraso y los soldados no sabían cuando iban a partir. Jugaban al billar, a las cartas y poco más. Raciones, dinero, municiones, equipo, se hacía el equipaje, se deshacía, se volvía a hacer, se comprobaba el equipo, así hasta la extenuación. La fecha exacta de la invasión no había sido dada a conocer todavía y la mayor parte de los hombres no sabían en que playa iban a atacar. Sólo los oficiales y suboficiales tenían dicha información.

Las áreas del desembarco en Normandía estaban divididas en cinco playas: Utah y Omaha para los norteamericanos; Gold, Juno y Sword para los ingleses y los canadienses. Ahora todo dependía ya de las condiciones climatológicas. El día 3 de junio de 1944, a pesar de la preocupación de la Comandancia Suprema por el tiempo, se siguió adelante con el embarque. Las tropas no sabían nada de un posible amarre, aunque algunos creían que se trataba de otro ejercicio.

En los puertos del canal inglés continuaba el complejo proceso de carga y embarque. Pero el empeoramiento del tiempo en el canal amenazaba al comandante supremo con una nueva crisis. Fueron momentos de una gran tensión, ya que todos sabían que no se podía retrasar más de un día a la Operación Overlord, ya que si había que retrasarla un segundo día, todos los barcos tendrían que regresar a la base. De esa manera se retrasaría todavía dos semanas más hasta la siguiente marea y, para entonces, las cartas marítimas del Atlántico pintaban tan mal que no parecía haber ninguna perspectiva de seguir adelante con la Operación Overlord.

Las tropas estaban deseando entrar en combate. Una armada lista para ponerse en marcha y entonces, el anticlímax. Se comunicó que la invasión se retrasaba al menos 24 horas. Esto aumentaba la aprehensión de los soldados y los miedos se exacerbaban. La rutina continuaba baja una nube de inseguridad. Lo único que se podía hacer era esperar.

Conforme pasaban las horas, parecía que solo un milagro podría poner en marcha la Operación Overlord. Afortunadamente ocurrió lo increíble a mediodía del domingo 4 de junio de 1944. Se localizó un posible intermedio entre dos borrascas. Nada podía ya detener la inminencia del Día D.

Las aguas del canal nunca habían visto una fuerza tan poderosa. 6500 barcos de todo tipo se dirigirán a Francia conducidos y escoltados por las marinas aliadas. Flotas de planeadores estaban a la espera, con las marcas del Día D.

La primera división que iba a lanzarse en paracaídas detrás de las playas de invasión se esperaba que sus pérdidas fueran de 7 hombres por cada 10, como Eisenhower bien sabía. Todos iban pintados con la cara de negro. Iban a caer en la Europa ocupada por los nazis en muy poco tiempo y una no podía nada más que pensar que cuántos volverían.

En las últimas horas del 5 de junio, salieron hacia Francia las tropas aéreas. Muchos hombres estaban asustados aquella noche: iban a invadir la fortaleza de Europa de la que Adolf Hitler hacía gala. Al otro lado del agua, esperaban los alemanes sin saber cuándo ni dónde caería el golpe.

Ofensiva áerea británica el 6 de junio de 1944. Fuente y autoría: British Army (dominio público, Wikimedia)

El Día D. Enfrente, las playas de Normandía. Después de cuatro años, aquí estaba el camino. A las 5:30 de la mañana salía la armada para la costa francesa. Tras un asalto aéreo masivo, era el turno para un devastador bombardeo naval. Sin duda, tuvo que ser impresionante haber visto tantos barcos de formas y tamaños distintos dirigiéndose en la misma dirección.

Finalmente, se produce la llegada a las playas de Normandía. Los americanos a las seis y media. Los ingleses y canadienses a las siete y media. Tras la larga espera y los entrenamientos, había llegado el Día D. Protegidos por una total supremacía aérea, las primeras oleadas de asalto corrieron y se arrastraron por las cinco playas de la invasión. Los soldados tenían tantas ganas de salir de las embarcaciones de transporte para escapar del mareo que estaban dispuestos a ir allá donde fuera necesario.

Para los hombres de las cinco divisiones de asalto, esas primeras horas del Día D fueron horas de muerte, miedo, valor, de planes que salían mal, de rápida improvisación. Algunas unidades desembarcaron donde no debían. Otras encontraron una ligera resistencia, otras fueron destruidas casi en la orilla. Los americanos se llevaron la peor parte.

Impactante foto del momento mismo de apertura de puertas de la embarcación de transporte durante el desembarco en Omaha Beach. Fuente y autoría: USA Govt. (dominio público, vía Wikimedia).

La oposición era distinta en las tres playas inglesas y canadienses. En Gold, mientras que una unidad tuvo que luchar para zafarse del enemigo durante ocho horas, otra salió de la playa en tan solo 40 minutos. En Juno, los canadienses sufrieron duras pérdidas pero avanzaron. En Sword, la batalla fue sangrienta pero breve. Muchos defensores alemanes salieron de sus búnkeres para entregarse. En Utah, al final del día, los estadounidenses iban bastante bien: habían hecho prisioneros, establecido su posición y avanzado unos ocho kilómetros tierra adentro. Pero en Omaha, los americanos tuvieron dificultades. Mar borrascoso, fuertes defensas y una división alemana recién llegada. En la playa de Omaha se había tardado todo el día, sufriendo graves pérdidas, para ganar una cabeza de playa de poco más de kilómetro y medio de profundidad. Sin duda, el día más largo para muchos hombres.

A medianoche habían desembarcado 30 000 hombres. Habían logrado establecerse en las cinco playas. Bajas: 9000. Al día siguiente del Día D se colocaron los muelles “Mulberry”. La rápida concentración de provisiones era vital para el éxito de la Operación Overlord. Era esencial traer refuerzos de hombres y material más rápidamente que el enemigo. Siete días después del Día D había miles de vehículos en tierra, desde la playa hacia dentro, pegados unos a otros. En algunos puntos, los embotellamientos se extendían a lo largo de decenas de kilómetros. El éxito del desembarco de Normandía ya no podía torcerse. Daba así la Segunda Guerra Mundial un giro decisivo a favor de los Aliados.

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