Tal día como hoy, hace catorce años, murió Carl Sagan. En honor a su impagable labor de divulgador científico y de luchador contra la ignorancia y la superchería se ha declarado esta fecha como el día del escepticismo.
Escéptico es el que duda, el que no acepta hechos por que sí, sino que pide pruebas, el científico. Hay quien dice que entonces qué pasa con los sentimientos, por ejemplo. Siempre respondo que no pasa nada, que los sentimientos bien, gracias, que es un hecho bastante bien probado que los tenemos. Entonces, ¿las corazonadas valen? Valen como hechos, en el sentido que las tenemos, otra cosa es que sean ciertas o no.
Entonces, ¿por qué no dudar del escepticismo? Siempre me sorprende que alguien pueda plantear seriamente esta pregunta como si estuviera diciendo algo importante o como si estuviera refutando con ella todo el método científico.
Entonces, ¿nunca nada es verdad? Según el sentido que se quiera dar a esa expresión. Hay cosas mucho más probables que otras, hay algunas por las que pondríamos la mano en el fuego. Claro que puede ser que siempre que leamos la prueba del teorema de Pitágoras haya un demonio hurgando en nuestro cerebro que nos haga tener la sensación de que estamos entendiendo como cierta una cosa que es falsa. Las cosas que consideramos ciertas son las que tienen ese nivel o parecido de verosimilitud. Es decir, que cosas tremendas tienen que habernos obnubilado para tenerlas como tales.
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