Hoy es el día del Libro. Si eres de otro planeta y estás leyendo este blog, tranquilo. Los humanos tenemos días para todo: desde el día del Alzheimer hasta el día Internacional del Enema. Desde el día del libro al día de la radio pasando por el día de Star Wars o del porno gay. Pero hoy no vamos a hablar de los libros, eso no da audiencia. ¿Por qué no hablar de su nemésis? De la malvada televisión.
La tele es un coñazo, eso lo sabemos todos, pero os aseguro que hacerla es de lo más divertido. No me refiero al tío que junta circuitos, cátodos y cables para crear el aparato, no. Me refiero a nosotros los seres humanoides que la hacemos día a día. A veces nos quejamos, pero la verdad es que es un privilegio. La tele la hace mucha gente, hay presentadores, directores, gente de sonido (no gente hecha de sonido, sino gente que se ocupa del sonido). A veces pensamos en casa que como la gente tiene, por lo general, la capacidad de fonar (ya sabéis, fonar de aparato fonador) que ya se les va a escuchar y esto es rotundamente falso. En la tele hay todo un departamento de gente que se dedica a que aquello suene.
Hoy precisamente hablamos del tema del sonido en el programa. Ahora (con ahora quiero decir “desde hace años”) existe una cosa que se llama implante coclear que me ha dejado como decía un amigo que iba de culto “escupefacto”. De lo que se trata con este implante es de que gente con sordera profunda (es decir que no escuchaba nada, lo explico aunque el término “sordera profunda” tampoco es que sea indescifrable) pueda volver a percibir los sonidos (sin sonidista). Un milagro que permite que un montón de niños y no tan niños lo flipen con esto de los sonidos. Es emocionante. De lo que somos capaces los humanos. Dios crea al científico que inventó esto y a Los Chunguitos. Todo en la misma semana. Y se quedó tan ancho. Claro, como es Dios pensó que iba sobrado.
Nota: No confundir implante coclear con implante cloquear que consiste en que te implanten una gallina en el cuello y es harto incómodo además de muy poco discreto y vulgar.
Seguimos hablando de la tele. Pues eso, que hay sonidistas, hay unos tíos que manejan las luces, que yo pensaba que su trabajo consistía en darle al interruptor al empezar y al acabar pulsarlo de nuevo, pero qué va. Nada de eso. Hay miles de movidas de luz: está la luz en sí misma, la sombra “per se” y ambientes varios, como en Ikea, dependiendo de como los mezcles. Por no hablar de los cientos de bombillas distintas que alumbran al personal. Y todas dan calambre. Por eso el de iluminación está siempre con esa sonrisa, se quedó ya así para siempre del gustito que le da. Después están los cámaras que son más majos que las pesetas, hasta los más veteranos. Están dos horas muy quietos, concentrados y enfocados para que tú en tu casa veas a los presentadores nítidos como una prueba de miopía. Hay un realizador que realiza cosas y da órdenes tan rápido que parece un copiloto chino de rally.
El realizador habita en el control, que si se llama control será por algo. El “contró” lo hizo famoso la Bruja Lola y es un lugar que parece un prostíbulo ucraniano de mediados de los ochenta con sus pantallitas y sus cosas. Hay un montón de gente inteligente que trata de que todo tenga un sentido. Nunca se les ve, pero su papel es muy importante para que tú, vago cabronazo, puedas ver la tele en tu casa.
El productor produce. Unos producen cosas y otros realizan movidas que son verbos muy poco acotados y concretos, pero molan.
En la tele también hay redactores, que redactan; guionistas; que guionizan y jefes que mandan.
Hay un chiste de televisión que dice:
“Había una chica tan tonta, tan tonta, tan tonta…que se tiró al guionista”.
Esto es simplemente una broma para denotar que el guionista es el último mono. Si esa chica existió, no coincidí con ella cariño, te lo juro.
En mi programa hay colaboradores es decir gente que colabora. Colaborar es “trabajar a veces”, como por echar un cable, así como de tacón. Hay un abogado muy majo, es el Bon Jovi del derecho, con el que siempre intercambió unas palabras antes de comenzar el espectáculo. A mi amigo, a quien para mantenerlo en el anonimato le llamaremos “Luis Pene”, le estaban poniendo el micro para que fonase en condiciones.
-Oye Pablo- le digo al chico de sonido- ¿Por qué no le pones a Luis el nuevo micro?
-¿Qué nuevo micro?-pregunta, curioso, el abogado.
-El micro anal.
El abogado se ríe y yo le digo.
-Espera que te lo traigo.
El leguleyo se ríe y le explico que es un prototipo. Se lo digo para que relaje el esfínter.
Nota: No confundir “esfínter” con la rata mentora de las Tortugas Ninjas.
Para mi sorpresa sonidista y jurista (¿o es jurelo?) se niegan. Otra vez será. Ellos se lo pierden.
Otro día os cuento más cosas del sonido y de la tele, pero ahora os dejo que es el día del Libro y tengo un montón de ejemplares atrasados esperando.
Mi recomendación para hoy, tanto si sois de buen leer como no, es un ejemplar que os cautivará desde la primera letra. La verdad es que tiene de todo. Es una obra coral que tiene un sinfín de personajes, así que hay que estar atento para no perderse. El mejor regalo que le podéis hacer a la persona que amáis es leer el primer capítulo en voz alta. Nunca falla.
¡ Salud hermanos!