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2013 Humor // Miguel Benavent de B. // Opinión
EL DÍA DESPUÉS…
Hoy es el día después de Navidad, día de San Esteban, que conmemora la muerte del primer mártir del cristianismo y se celebra mayormente en Catalunya y Baleares. No suena como un buen augurio la verdad…
Y hablando de mártires, si te sonará familiar que el día después de un día de festejos familiares como el de Navidad necesitemos un buen descanso. Permíteme la ironía si te digo que me hacen gracia los excesos de familia, de sonrisas, de comida, de envoltorios de regalo almacenados junto a los containers en la calle. Y es que estamos en un -¿primer?- mundo de excesos, grandilocuencias y desmanes, contrastando con la miseria en el otro medio mundo. Aún así la felicidad brinda por su ausencia, por doquier! Quizás sea porque nos han enseñado solo los deberes familiares y sociales de estas fechas especiales en que uno debe ser feliz y compartir la felicidad con los familiares y amigos, por real decreto. Pero olvidaron enseñarnos cómo sentirlo así, auténticamente y desde dentro, desde el corazón…
Y es que demasiadas veces nos concentramos -y contentamos- con lo superfluo y lo circunstancial, el envoltorio, olvidando la esencia de las cosas realmente importantes que suceden en nuestra vida. Invitamos a la mente a analizar lo que sucede y ella tienta a la memoria, siempre sesgada, parcial y manipuladora. Evocamos tiempos pasados -presuntamente mejores-, momentos felices que deseamos recordar… y eso nos trae a la memoria a esas personas importantes en nuestra vida que ya no están con nosotros. Y eso nos entristece, envolviendo de nostalgia estas fechas navideñas…
O rememoramos esa ilusión infantil, cuando todo era hermoso y mágico, sobre todo en Navidad! Porque solo los niños son capaces de ver con el corazón, aunque no se den cuenta. Para ellos los Reyes Magos, Papá Noël, sus regalos, las luces de colores, los adornos navideños, el árbol de Navidad, los villancicos y todos esos rituales tradicionales de estas fechas, son importantes, maravillosos y enigmáticos, como lo es en sí la Navidad! Pero a nuestra vida de adultos la hemos despojado de toda magia al hacernos presuntamente maduros, imponiendo la razón, la seriedad y el supuesto sentido común…
Me permitirás un comentario jocoso. De esa manera, sobrevivir a las fiestas de navidad muchas veces se me antoja todo un logro, teniendo en cuenta el dispendio de energía, dinero, sonrisas forzadas y en felicidad, solo aparentada! Mantener la sonrisa ante los miembros de la familia no siempre es fácil, sobre todo cuando tienes que hacerlo por obligación. A veces creo que la familia es ese necesario escenario involuntario que nos encontramos al nacer y que pone a prueba nuestra paciencia y tolerancia. Pero en Navidad ese es un deber y un saber estar, cueste lo que cueste! Ni qué decir tiene que la antesala más evidente de ese reto personal es la comida o cena de navidad con los colegas de trabajo, prueba de fuego donde las haya…
Tal vez por ello conozco muchas personas que detestan la Navidad, porque solo la consideran unas fiestas familiares y sociales, que rompen la rutina de nuestra vida programada, ordenada y, lo que es peor, carente de sentido profundo! Y entonces solo queda la apatía del día después, el cansancio de los excesos y las ganas de que vuelva pronto la vida ordinaria. Olvidamos que, detrás de todo ello, está la posibilidad de indagar en el espíritu de la Navidad y, gracias a éste, volver a nacer a la vida y reencontrarse con la verdadera felicidad, como la de los niños. Recuperar tu niño interior convierte la Navidad -y, por qué no, cada nuevo día que llega- en algo mágico y especial… aunque después de estas fiestas hayamos gastado nuestra mejor sonrisa forzada, pesemos un par de kilos más y nuestra cartera esté vacía!!!
Si has llegado hasta hoy sin perder la salud ni los nervios, quizás mereces una nueva vida… que es lo que anuncia el espíritu de la Navidad!
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