Opino que se puede haber perdido una inmejorable oportunidad para ganar aliados a través de la empatía con la justa reivindicación de igualdad. Proyectar una cierta imagen de que esta es una guerra de sexos y no una lucha contra estructuras sociales, políticas y mentales que debemos cambiar entre todos y todas, me parece erróneo. Pocos eran los hombres que se podían ver ayer en las manifestaciones multitudinarias celebradas en todo el país y estoy convencido de que la causa principal de su ausencia no es que no compartan las demandas de las mujeres. En esta línea también, algunas de las organizaciones feministas mostraron en el manifiesto de la convocatoria un lenguaje radicalizado y excluyente - por no hablar de la jerga seudoideológica utilizada - que tampoco creo que contribuyera demasiado a aunar fuerzas. Pero pelillos a la mar porque, a la postre, lo que en este caso debe subrayarse es el resultado.
A la brecha salarial hay que ponerle coto por mucho que Mariano Rajoy prefiera "no entrar en eso ahora". Esto es lo que le han dicho al presidente centenares de miles de mujeres españolas, quienes también le han exigido que remueva los obstáculos que les impiden acceder a los puestos de responsabilidad en igualdad de condiciones que los hombres. Y el tercer mensaje que debe haber resonado este jueves en los oídos de Rajoy ha sido el de la violencia machista: se debe y se puede hacer más para su erradicación, por ejemplo, poner sobre la mesa de una vez los 200 millones de euros comprometidos por el Gobierno en el pacto de estado contra esta lacra. Le guste mucho, poco o nada a Rajoy no le queda otra que actuar, si es que no ha perdido para siempre esa costumbre, y entrar a fondo en eso de lo que quiso huir de forma cobarde: la justa reivindicación de las mujeres a la igualdad de salarios y oportunidades profesionales que los hombres y el derecho a una vida libre de violencias y tratos machistas.