Pues no sé si alguno de vosotros habréis visto esta película, pero yo no había visto El día después (y mira que tiene tiempo: 32 años para goce de la exactitud), y me generó una impresión como pocas películas de catástrofes lo han hecho.
Conocí El día después, leyendo un artículo de la revista Mente y Cerebro titulado "Se ha de aprender a ver la televisión ". En el citado texto se hacía hincapié en el impacto que la cinta causó en muchos televidentes estadounidenses, y digo televidentes porque El día después fue una producción televisiva que no se estrenó en salas, lo que, sin duda, provocó que fuera visionada por un mayor número de personas.
El día después no es una maravilla técnica, ni mucho menos: ni el guión, ni la fotografía, ni los actores (entre los más conocidos Steve Guttenberg, el teniente Mahoney de la Loca Academia de Policía; o John Lithgow) destacan especialmente, aunque sobrepasan suficiente en el desempeño de sus funciones. De hecho, el principio de la película no se diferencia mucho del arranque que tienen la mayoría de las películas televisivas que Antena 3 suele emitir en la sobremesa de los fines de semana, salvo por el aviso inicial de "esta película esta inspirada en hechos reales", que aquí no aparece.
El día después nos va presentando a toda una serie de personajes sin ningún tipo de profundidad psicológica (tan solo percibimos su relevancia narrativa), cuyas tramas, posteriormente y solo en determinados casos, se entrecruzarán. El resto es simple: estamos a finales de la Guerra Fría y la amenaza nuclear es más patente que nunca: la URSS invade Alemania Occidental, la OTAN y EEUU contestan, se aprieta el botón rojo y se disparan una cantidad no revelada (aunque bastante elevada) de misiles nucleares que impactan en todo el mundo (mas solo vemos los efectos que han producido en EEUU).
Y llega el día después...
Y aquí aparece lo verdaderamente llamativo de El día después (que, por otro lado, es la mitad de la misma). Tanto el impacto de los misiles como el holocausto nuclear posterior son tan inquietantes como bellos, así como los efectos producidos en las personas por el invierno nuclear (poco a poco vemos como la radiación va dejando sin pelo a los personajes, les produce quemaduras, los mata y cómo los entierran en fosas comunes). Os lo digo en serio, me entraron ganas de tatuarme el hongo nuclear; nunca había contemplado una representación tan visceral y angustiosa de un apocalipsis producido por el ser humano.
Y todo pese a que los efectos especiales no son nada del otro mundo.
En un sentido histórico, la película resulta tremendamente acertada, pues pese a que en 1983 (año de estreno de la cinta) quedaba relativamente poco tiempo para que cayera el muro de Berlín, fue en realidad una fecha crítica para la amenaza nuclear. Más que nada, la URSS estaba convencida de que Occidente pretendía llevar un ataque nuclear preventivo. La situación provocó uno de los mayores movimientos pacifistas y antinucleares que se recuerdan, y El día después, solo puede entenderse en este sentido.
Si os gusta el cine catástrófico y sobre la Guerra Fría no dejéis pasar la oportunidad de ver El día después, aunque los primeros cuarenta y cinco minutos sean vulgares, cinematográficamente hablando. Después, podréis sentir el verdadero significado que tuvo la amenaza nuclear y el hecho de que el mundo estuviera dividido en dos realidades humanas simétricamente opuestas.
Lo dicho: El día después (1983) dirigida por Nicholas Meyer, escrita por Edward Hume y producida por Robert Papazian.
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