El día en el que 'Juego de Tronos' me ganó definitivamente

Publicado el 16 abril 2013 por Lapalomitamecanica
Un post totalmente aleatorio y gratuito sobre la serie de HBO

Que Juego de Tronos es un fenómeno de masas desde su estreno es una constatación de la que ninguno tenemos dudas. Y es que su éxito inmediato responde a la triple combinación del siempre impecable sello de HBO junto a la base fan de las novelas de George R. R. Martin y las ganas que tenía el respetable por disfrutar de una propuesta televisiva épica capaz de mirar de tú a tú no sólo a la pantalla grande sino también a las superproducciones más ambiciosas. Pero como ya he comentado alguna vez y, siempre reconociendo que la serie ha mantenido desde el comienzo de su andadura un nivel general por encima de la media, me es muy difícil ver el merecimiento o la justicia en tanto reconocimiento, sobre todo, en un panorama en el que Homeland tarda dos años en estrenarse en nuestro país y aún cuesta convencer a la gente para que supere la primera temporada de Breaking Bad.
Sí, Juego de Tronos está tan bien recreada como interpretada y ha supuesto el espaldarazo definitivo para ese pequeño gran hombre llamado Peter Dinklage, pero detrás del espectacular retrato de Westeros no deja de esconderse un drama telenovelesco sobre familias de pijazos emperifollados discutiendo sobre la propiedad de una silla oxidada; uno, además, en el que las espadas son más que nunca un elemento decorativo y los retazos de fantasía son sólo eso, retazos. O por lo menos eso era lo que veía cuando, en un ejercicio de deformación profesional, me ponía a escudriñar por debajo del entretenimiento semanal asegurado que ofrece la serie hasta que he visto hoy el tercer episodio de la presente temporada, 3x03 Walk of Punishment
En realidad y salvando el último plano del capítulo, Walk of Punishment no es ninguna entrega especialmente relevante para la trama o tan siquiera un espectáculo a nivel visual. En él no salen zombis, dragones y apenas se desenvaina una daga. Al igual que los dos capítulos precedentes, se trata del precalentamiento habitual en la parte baja de la curva de intensidad que dibujan claramente las temporadas de esta serie y, a pesar de ello, no sé si el impacto que ha tenido esta entrega sobre un servidor se debe a un nivel cincelado a pequeños pasos y que ha logrado finalmente eclosionar, a una combinación aleatoria de buenos momentos heredados de la novela Juego de Espadas -que no he leído- en el marco de un sólo episodio o a mis ganas por empatizar con la corriente general que recibe a esta serie con alfombras rojas manchadas con líquido seminal, pero desde luego hoy es el día en el que Westeros ha ganado un ciudadano más. 

El episodio ya ha comenzado de una forma más personal que las entregas anteriores al relatarnos, sin ninguna palabra, los problemas del arquero encargado de encender la barca funeraria en la que navega el patriarca Tully hacia la eternidad, pero donde verdaderamente ha comenzado mi asombro es gracias al juego de roles orquestado por Tywin cuando, demostrando porque es la cabeza y brazo visible de la familia más manipuladora de los 7 reinos, convoca a los principales cerebros de la corte y aspirantes a los cargos más importantes del naciente reinado -Tyrion, Cersei, Meñique, Lord Varys y el anciano Pycelle- a una mesa de conferencias con él a la cabeza y cinco sillas a un único lado. 
Los primeros en llegar son los tres consejeros entre los que Lord Baelish no duda en adelantarse para ocupar el asiento conjunto al del imponente Lannister mientras los otros dos se sientan en las consiguientes posiciones, a cada cual más alejada. En medio del ritual llega Tyrion que, divertido, espera atento a que el resto de asistentes muevan ficha presa de la revelación más primaria de su personalidad. La última en entrar es Cersei, igual de sorprendida que los demás frente a la multitudinaria convocatoria pero manteniendo la cabeza más alta que el resto, disimulando su incertidumbre. La única mujer de la sala es además la primera en dar una muestra de fuerte carácter al coger una de las sillas vacías y, con una fuerza y determinación impropias de su posición, levantarla hacia el otro lado de la mesa para colocarla en la posición más cercana a la del convocante. Una vez todos han mostrado sus intenciones sin siquiera abrir la boca Tyrion extiende sus brazos hacia la única silla restante, la más alejada de la presidencial, y no duda en arrastrarla con un sonido rechinante y molesto hacia la otra cabecera de la mesa, cara a cara con su padre. Es entonces cuando una sonrisa parece dibujarse por un segundo en el rostro del adusto Tywin, justo antes de comenzar una reunión que termina siendo menos reveladora que los minutos previos. 

Por si semejante ejercicio de narrativa, tan revelador como agradecido para el espectador que lleva más de dos años al lado de estos personajes, no fuera suficiente para hacer valer a esta entrega por encima de cualquier otra cosa vista a lo largo de 2013 en televisión -mañana mismo la cadena SyFy estrena Defiance, ojo-, no podemos olvidarnos de otros momentos igualmente logrados aunque menos contundentes como los que arrojan una mayor descripción de Los Inmaculados,  el terrible ejército de Daenerys; de la maquinación de los planes de Mance Rayder (Ciarán Hinds en la mejor aportación de la temporada), prometiendo la mayor hoguera que jamás haya visto el Norte; de la divertida reacción de Tyrion al regreso de su escudero del prostíbulo con las monedas aún en la bolsa, asegurando que las mujeres han quedado tan satisfechas que no le han cobrado; o del nacimiento de un vínculo real entre 'Kingslayer' y Brienne, ahora ambos presos de un grupo de norteños medio salvajes que no dudan en aplicar castigos severos cuando les restriegan la cobardía y el deshonor por la cara con la desfachatez de la que hace gala Jaimie y que deriva en la impactante escena de cierre del episodio.
En definitiva y para finiquitar ya este artículo discordante con la línea que seguimos en la web, en la que analizamos sólo los pilotos y las temporadas de las series veteranas una vez han finalizado, el episodio emitido ayer en HBO supone la consolidación definitiva de Juego de Tronos, por lo menos a ojos de este redactor, y la prueba definitiva de que, al igual que sucedió con Boardwalk Empire o The Wire, la mejor cadena del mundo siempre tiene un plan perfectamente orquestado dispuesto a explotar por encima del estandarte de calidad técnica que marcan siempre sus producciones. Algunos dirán que ese momento ya le llegó a esta serie tras el descorazonador asesinato de Ned Stark en la primera temporada, otros preferirán decantarse por esa promesa cumplida que fue el espectacular 2x09 Blackwater, pero para todos aquellos que aún guardábamos recelos sobre la capacidad de este thriller político -porque ése es su género real- para lograr esa conexión total y mezcla de sentimientos en tan sólo 50 minutos semanales, el 3x03 Walk of Punishment es la entrega que debería disiparlos definitivamente. 
/Pics vía HBO.