El día en el que me dejé seducir

Por Patricia Patricia Manzano Gómez @lavidaentrebibe
4 diciembre, 2014 0 comentarios Artículo El sueño de la maternidad, Reflexiones entre biberones & Actualidad

Aún estaba a seis días de mi regla y ya me subía por las pareces, el nerviosismo me impedía concentrarme en cualquier cosa racional, sensata y de provecho, mirar un calendario, una app de fertilidad en el móvil y hacer pipí cada diez minutos, se puede tachar de manía compulsiva si lo repites a lo largo del día incansablemente. Siendo éste mi caso y consciente de que esa manía compulsiva acabaría en trastorno severo en pocos días, comencé por atajar la acción más puramente fisiológica de todas…por aquello de que somos seres humanos y controlamos nuestros instintos; decidí no hacer pipí durante horas y para matar el tiempo salí a pasear, dejándome seducir por supuesto por una farmacia cercana a casa, en la que compré un test de embarazo ( venían dos, así que me volví para casa como si hubiera conseguido la mejor ganga el primer día de rebajas!!) . El paseo no fue muy largo, llegué a casa y aún tenía que mantenerme firme en mi propósito de no orinar dos horas más…por lo que me dediqué a dar rienda suelta a mis otras dos compulsiones y conté días hasta en el calendario maya, los desconté y los volví a sumar…me quedó meridianamente claro que estaba a seis días de mi falta, la app me miraba desde la pantalla del móvil condescendiente: ¡Pobrecita, no te queda ná!!
La presión en el pecho tras cuatro horas sin ir al baño era dolorosamente insoportable, el nerviosismo desquiciante y el próximo batacazo casi predecible, un test de no se sabe qué sensibilidad, sin primera orina de la mañana y a casi una semana de la falta es un suicidio anímico…pero aún así me armé de valor, de templanza y de un párkinson que yo no había sufrido antes y entré al baño, hice pipí en el palito, lo dejé sobre la encimera del lavabo y salí como alma que lleva el diablo cerrando la puerta igual que si dentro dejara a un gato furioso haciendo jirones mi alegre cortina…quéeee susto!!.
Me aposté en la puerta del baño, ¿ Hay alguien ahí? esperando que el test me hablara…como no lo escuchaba entré y pude comprobar que una tenue rayita se marcaba, apenas una sombra, volví a salir pensando inconexiones y convirtiéndome en el gato que se tira contra las paredes. Volví a entrar y caí rendida a los pies de ese palito que decía claramente que sí estaba embarazada y además sin lugar a dudas, nada de líneas tenues, ni de evaporación, ni de sombritas, dos rayas bien marcadas como si yo misma las hubiera pintado en sueños con un rotulador!!!!!!!!!!!!!.
El gato en que estaba convertida seguía campando a sus anchas por la casa, dando vueltas, enloquecida, agradeciendo a Dios por el deseo más grande de mi vida y tomando consciencia de que ese rotulador mágico que pinta solito había cambiado mi vida para siempre. Ni que decir tiene que mi compulsión cambió de objetivo y en las horas sucesivas (hasta que llegó el ignorante papá) no me dediqué a otra función vital que no fuera mirar el test…¿ Acaso había algo más inmediato e importante que eso?? ¡NOOOOOO!!. La felicidad se convirtió en un propulsor que me ayudaba a seguir dando vueltas por la casa a medio metro del suelo.

Autor Lina Martinez

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Tags: embarazo, momentos, paternidad, predictor, reflexión